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Un cuento de Cuaresma

Érase una vez, en uno de los más bellos, semanasanteros y flamencos pueblos de Andalucía, un joven e ilusionado Maestro de Música, además de apasionado a las tradiciones de su tierra y al arte flamenco, que decidió compartir, públicamente, con sus paisanos, sus reflexiones en torno a la modalidad de saeta que en dicha localidad se conservaba. El pueblo se llama Puente Genil; el joven maestro: Álvaro; y la saeta: Cuartelera, una saeta única en su género y enseña musical de la mananta, que es el término con el que se conoce a la Semana Santa de esta singular villa de la campiña cordobesa. A nuestro querido protagonista, a Álvaro, se le presentaba una tarea muy difícil y, en cierta manera, peligrosilla. Muy difícil, al proponerse desentrañar musicalmente-algo que nunca antes nadie había hecho- esta bella forma musical exclusiva de La Puente, entrando en un terreno difícil de comprender para aquellos que carecen de conocimientos musicales. Y peligrosilla, ya que Álvaro tenía muchísimo miedo a equivocarse al tratarse de un pueblo con grandes aficionados al cante, a la saeta y conocedores de la música. Mas Álvaro, con muchísima ilusión, valentía, honestidad, respeto y talante pedagógico, decidió, con el insistente y sincero apoyo de una extraordinaria personalidad de Puente Genil-el eternamente recordado Carlos (q.e.p.d)- tirar para adelante, y, siguiendo los sabios consejos de Carlos, publicar sus reflexiones tanto en la revista de Semana Santa, editada cada año por la Agrupación de Cofradías, como en la revista El Pontón, ambas dirigidas, en aquel entonces y de manera encomiable, por el inolvidable Carlos. Así, cada año-durante ocho consecutivos- nuestro amigo Álvaro comentaba, les explicaba, sin más pretensión que la de cultivar una de sus inquietudes, a sus paisanos algunos aspectos, todos ellos musicales, de nuestra querida Cuartelera: su estructura y evolución musical, sus fundamentos musicológicos, sus estilos y variantes, sus posibles orígenes musicales, etc. Durante todo este tiempo, Álvaro recibió, de manera directa, numerosas felicitaciones de sus paisanos, que, gracias a él, descubrieron una nueva dimensión de la saeta Cuartelera, ayudándoles a entenderla muchíííiiiiísimo mejor, ya que hasta ese momento todo lo que se había escrito, y dicho, en torno a la misma, era desde la imprescindible perspectiva histórica. También Álvaro recibió críticas, algo que entendió al momento y a lo que se acostumbró con naturalidad. El que decide compartir sus ideas, de manera pública y escrita, en torno a alguna temática, está siempre expuesto a la opinión, favorable o desfavorable, de todos aquellos que las leen, que también tienen sus propias perspectivas y conocimientos. A lo que jamás se acostumbró Álvaro, fue a las críticas perpetradas con malicia y sin dar la cara. A Álvaro, que todos sus escritos los presentaba firmados y como HIPOTESIS abiertas a la revisión permanente de plumas más doctas, le hubiese encantado que, aquellos que no estaban de acuerdo con él, que consideraban una barbaridad sin consistencia alguna sus argumentos, tomando, bien una uvita durante una noche de Sábado de Romanos en un rinconcito del pórtico mientras el pueblo le rendimos pleitesía a nuestro Patrón, bien una cervecita, en una de las cálidas terrazas de nuestro pueblo, se lo hubiesen dicho, mirándole a los ojos y, así, entre todos, llegar a conclusiones más fiables que nos permitiesen conocer mejor este genuino himno musical de la sin igual Semana Santa de Puente Genil. Álvaro, que cada año que pasaba se enfadaba enormemente por esta circunstancia, jamás, a pesar de algunos momentos difíciles, se amilanó, manteniendo incólume su interés por divulgar la Cuartelera. Hete aquí que, un buen día, cuando ya no le quedaba ni pizca de esperanza de confrontar sus opiniones, de manera abierta y directa, con alguno de esos paisanos disconformes, estando Álvaro, a eso de las una y media del mediodía de un Sábado de Romanos, tomándose un buen Tertulia en El Eugenio, se le acercó un paisano que no conocía, llevando ocho revistas de la Semana Santa de Puente Genil en una bolsa. Se presentó educada y amablemente, le pidió permiso para sentarse con él, explicándole el motivo de su, en propias palabras, osadía: su rotundo y sincero desacuerdo con sus tesis en torno a la saeta Cuartelera. No os podéis imaginar, queridos amigos, el sentimiento que embargó a Álvaro. Lo que llevaba años esperando estaba a punto de suceder. Por fin alguien, mirándole a los ojos, con nombres y apellidos, se disponía, de una manera cortés, abierta y valiente, a cuestionarle sus argumentos. Álvaro tuvo que pellizcarse, creía encontrarse en estado de ensoñación. Cuando se dio cuenta de que estaba plenamente consciente, de que su anhelado sueño estaba a puntito de cumplirse, tuvo la pronta, valiente y feliz lucidez de coger el móvil para llamar a su parienta, alertándole de que no le esperase para el almuerzo. La cosa- la ocasión lo merecía- iba para largo. Y es aquí, pacientes lectores, cuando comienza la historia de este cuento: el esperado y desenfadado diálogo entre Álvaro y un paisano disconforme, del que utilizaremos, de aquí en adelante, sus iniciales (PD).

                                                    ………………………………………………………..

PD: Bueno Álvaro, lo primero que tengo que decirte es que no tengo ni pajolera idea de música, pero conozco muy bien el mundo de la Cuartelera. Pertenezco a uno de los cuarteles más señeros de Puente Genil, donde se canta muy bien, y en el que siempre hemos luchao por su conservación. También desde siempre, personalmente, me he interesao mucho por este tema, estudiando con atención tus escritos, asistiendo a tus conferencias, siguiéndote en Facebook, en la radio y…

-ÁLVARO: Perdona que te interrumpa un pelín, hombre. Antes de que comencemos, no sabes cuánto te agradezco esto. Te lo digo de corasón. Había perdío ya la esperanza de que alguien de aquí, con buena fe mas también con firmeza-lo cortés no quita lo valiente-, me cuestionase mis ideas. Estaba jartico de tanto comentario por detrás, y encima destructivo, que me trasladaban algunos de mis amigos. Mil gracias, tío, de corazón. Pero venga, empecemos. Espera un momento: ¡EUGENIO!, trae un Tertulia fresquito pa este hermano…

-PD: Uff…, qué bueno está, esto entra como el agua… Bueno Álvaro, por favor, no me tienes que agradecer ná. Más bien yo soy el agradesío, ya que creía que no te ibas a tomar con tan buen talante el que te cuestionara directamente estas cosas. Sinceramente, y ya que estamos, te lo tengo que decir: yo también he escuchao auténticas barbaridades de algunos- al fragor de las uvitas en reuniones mananteras- sobre tu persona por este tema: que si eres un niñato, un entrometío que no tienes ni idea, que lo que dices es mentira, esétera, esétera, esétera. Perpetradas, además, con saña, malaleche y cierto resquemor, cosa que no conseguía entender. Joé, ni que esto de la Cuartelera fuese algo de vida o muerte, el Código Civil o la tan maltratada Constitución… Yo siempre, tras un rato escuchando tamañas lindezas sobre ti, sigilosamente, me retiraba porque no quería historias y demasiás comeduras mal intencionadas de olla…

-ÁLVARO: (Tomando un sorbo de Tertulia). Pues, qué quieres que te diga…, hacías bien. Pero venga, dejémonos ya de pegos y al toro…

-PD: Pues bien, a ver… Me parece estupendo que analices la Cuartelera de manera musical, ya que considero que ante todo es música. Además, tú lo haces, creo, de una manera muy didáctica que incluso los que no tenemos ni idea sobre cuestiones técnico/musicales llegamos a entender, si prestamos atención. Pero quillo, eso del pentagrama…, puff…, no lo veo…

-ÁLVARO: ¿El qué no ves?

-PD: Pues no veo el que digas que es un medio para aprender la saeta, y eso suponiendo que realmente la saeta se pueda escribir en el pentagrama. Ya desía, creo que Glinka- yo también se algo de cante- que eso no se podía hacer, que la música del cante es imposible transcribirla en un pentagrama.

-ÁLVARO: (Tras un nuevo sorbo del revitalizante Tertulia). A ver, querido contertulio, es que yo jamás he dicho ni he escrito-te RETO a que me muestres dónde lo he escrito o dicho, ahí por ejemplo llevas mis artículos-que el transcribir la Cuartelera sea pa generar un medio de aprendizaje. Eso es un bulo, supongo que mal intensionao, de personas que, según me cuentan- fíjate hasta dónde llega la maledisensia-, cuando asistían a algunas de mis conferencias ilustradas con pentagramas, tras darme la pertinente y, en su caso, empalagosa enhorabuena, salían por la puerta pregonándolo a quisqui…; recuerdo, incluso, cómo una vez, uno de ellos se lo comentó a uno de mis mejores amigos, jejeje… A ver, la transcripción de una Cuartelera debe servir, fundamentalmente, pa facilitar su análisis musical: ver con más claridad sus caídas melódicas, cantidad de melismas, la composición y diseño de sus tercios melódicos, sus saltos melódicos, etc., con el objetivo de conocerla mejor, na más. La Cuartelera, como forma musical popular y de transmisión oral, no necesita para su aprendizaje del pentagrama. Se aprende de oído- como siempre, y tan grandes resultaos ha dao, se ha hecho-por el método de ensayo/error, y si es en el entorno del cuartel, mucho mejó. Es de Perogrullo. Fíjate en lo que escribí en la revista de la Semana Santa de 2013, concretamente en las páginas 30 y 31. Cógela de la bolsa y lo leemos juntos.

-PD y ÁLVARO: “Antes de pasar al análisis quisiera dejar claro un principio para mí irrefutable como músico y humilde investigador de la saeta: la utilización del pentagrama a la hora de recoger la forma musical de una saeta debe de tener un fin únicamente CIENTÍFICO. Su empleo como medio de transmisión y enseñanza CARECE DE SENTIDO debido a la especial idiosincrasia de este género que provoca que una misma saeta jamás sea repetida de manera idéntica por sus intérpretes naturales”.

-PD:     Vale, vale, tío, me quea claro.  Joé…, tengo que leerme mejor las cosas y no hacer tanto caso a las palabrerías de los demás. Pero, ¿y en lo que decía Glinka? Respetando tus conocimientos musicales, estarás conmigo que Glinka-cosa que tú…ya sabes…-es una eminencia, y ha sido uno de los más grandes compositores de la Historia de la Música.

-ÁLVARO: A ver, es que eso no lo dijo Glinka, eso no fue así. Te explico. El compositor Mariano Vázquez Gómez, biógrafo del guitarrista granadino Francisco Rodríguez Murciano El Murciano (1795-1848), dejó escrito, textualmente, lo siguiente: “El célebre músico ruso Mikhail Glinka pasó una larga temporada en Granada, y uno de sus encantos de viajero era estarse horas enteras oyendo a nuestro Rodríguez Murciano improvisar variantes a los acompañamientos de rondeñas, fandangos, jotas aragonesas, etc…, que anotaba con cuidadosa persistencia el compositor ruso”. Ahora bien, es cierto que Glinka fracasó en su intento de anotar las variaciones e improvisaciones del Murciano, pero fue porque cuando le pedía a éste que repitiera la melodía, para asegurarse de lo escrito con anterioridad, como éste tocaba de oído (carecía de conocimientos musicales formales), jamás volvía a tocar la misma exactamente igual, por lo que el genio ruso se jartó y lo dejó por imposible. Pero no porque fuese imposible transcribir los sonidos en el papel, sino por la incapacidad del Murciano de hacer una misma melodía, de la misma forma, tres veces seguías.  Ya lo advertí yo mismo en una de las revistas de Semana Santa que ahí llevas, concretamente en la de 2010, cuando escribí-es esa que está ahí, pásamela un momento-, en la página 30: “Todos sabemos que una pieza de música tradicional, cuya transmisión es oral, nunca se interpreta dos veces de forma exactamente igual”. Por otro lado, estudios-con sus transcripciones- y cancioneros de música popular los hay: antiguos-esto de la transcripción de música popular, también la flamenca, no es una invención de ahora como una vez le escuché a un flamencólogo por la radio – y modernos, en donde se reflejan en pentagrama las diferentes melodías y sonidos de nuestros cantes. Te pongo unos cuantos ejemplos: Eduardo Ocón y sus Cantos Españoles de 1874, Felipe Pedrell con Los cantos flamencos de 1900, La rondeña-malagueña del anteriormente señalado Francisco Rodríguez Murciano de 1845, El Pot-purri malagueño de Julián Arcas de 1875, y así podríamos seguir con las obras de otros folkloristas como Isidoro Hernández, Inzenga, Federico Liñán, Manuel del Castillo, Buenaventura Íñiguez, Oscar de la Cinta, Juan Parga, Tomás Damas y muuuuuuchos otros.   Además, y centrándonos en algo más cercano, el mismísimo Agustín Aguilar y Tejada, en la segunda década del siglo XX, en su obra Saetas, transcribió numerosas saetas,  concretamente de Sevilla, Marchena y Cabra. Una obra reeditada hace, creo, 7 años por el cuartel La Corona de Jesús al que pertenece mi buen amigo Javi, por cierto, director de El Pontón, y también una persona importante pa mí, por su  incondicional apoyo  para continuar con esta apasionante tarea.  ¿Todavía, querido amigo, piensas que la sencilla música de la Cuartelera no se puede plasmar en un pentagrama?

-PD: Pues ya, con las evidencias irrefutables que me has mostrao, claro que no. Yo es que me he guiao en esto, por lo que dicen y escriben algunos ilustres flamencólogos. Qué engañao estaba…Pero también es que tengo, bueno, tenemos aquí en Puente Genil, tarea. Dudando de esto, cuando un servidor, por ejemplo, precisamente asistió al acto de presentación en La Corona de ese libro que mencionas, el cual tengo en mi casa, y que, por cierto, todavía no he leído… ¡Ahora!, ahora sí que recuerdo muy bien cómo se dijo, además mu claramente, que aparecían saetas escritas en pentagramas…

-ÁLVARO: Bueno, no pasa ná  hombe, nunca es tarde si la dicha es buena. Te recomiendo que lo leas con mucha atención, es una joya. Por cierto, con relación a eso que me dices sobre “lo que dicen y escriben algunos ilustres flamencólogos”…., me imagino   el perfil tan actualisao de los mismos…Prosigamos.

PD: Muy bien. Pero en lo que sí creo que te equivocas, y aquí me lo tendrás que reconocer, es cuando hablas de la saeta de Los Apóstoles como un estilo cerrao, único…

-ÁLVARO: Perdona…, ¿cómo?

-PD: Sí, sí, lo dijiste en una de las revistas. Y ya sabes, ¡es imposible!, esa saeta la cantaban de diferente forma Juan Hierro, su hermano Manuel, El Balilla, Antonio Muñoz Reina, José Rivas Quintero…

-ÁLVARO: Espeeera, y no corras. A ver.  Coge la revista de Semana Santa de 2013 y ábrela por la página 27.  Lee, por favor, a partir de la décimo séptima línea de la tercera columna.

-PD: Voy…: “Cuando hablamos de un estilo de saeta cuartelera, por favor, no se entienda una forma musical cerrada y milimétricamente ajustada-algo imposible en la música popular de transmisión oral-, sino un COMPORTAMIENTO MELODICO BÁSICO-abierto a reelaboraciones interpretativas-que es lo que lo define”. Bueno, bien, y con esto… ¿qué me quieres decir?

-ÁLVAROEspeeera, y no te impacientes. Ahora, en esa misma revista, vete a la página 24, casi al final de la segunda columna, y lee a partir de la palabra “dando”.

-PD: Mare mía, que pechá de leer me voy a pegar hoy. A ver…, aquí está: “…dando lugar al denominado Estilo de los Apóstoles definido-lo veremos con más detenimiento-NO como una forma musical cerrada, sino como un comportamiento melódico de unos rasgos muy específicos”. Pues qué quieres que te diga, sigo sin enterarme…

ÁLVARO: Bueno, te cuento. Nuestra saeta Cuartelera, como una forma popular de transmisión oral, no es uniforme, es decir, cada intérprete le imprime su huella a partir de sus condiciones vocales, momentos de inspiración y otras circunstancias. El estilo conocido como de Los Apóstoles o Apostolao, que fue el que, de acuerdo al eminente Luis Melgar, comenzó a surgir a partir de los años 20 del siglo pasao con la intervención de Juan y Manuel Hierro, representó toda una evolución de nuestra saeta. Los hermanos Hierro, cantaores flamencos de nivel, le imprimieron, como bien sabes, rasgos flamencos, la hicieron dialogá, más rica en melismas, más larga…, en definitiva, generaron, a partir de un estilo más austero y cercano al resto de saetas antiguas  de Andalucía y que sería el que se cantaría en la mananta antes de la intervención de nuestros ilustres personajes,  una forma más atractiva, que en Los Apóstoles-Juan Hierro tuvo mucha relación con dicha corporación (llegó, creo, que a ser hermano) y Manuel perteneció a la misma durante muchos años-encontró a otros intérpretes con cualidades (algunos ya los he señalao antes) idóneas para cultivarlo, siendo la forma  que, poco a poco- insisto por ser más atractiva-, se fue imponiendo en todas las demás corporaciones. Ahora bien, y como acabas de leer en mis propios escritos, NO es una forma musical cerrada, es un comportamiento melódico básico, abierto a las interpretaciones individuales, pero con unos rasgos comunes: más larga, con mayor profusión de melismas, con saltos melódicos, con tercios más agudos…Rasgos comunes que son los que determinan su estilo.

-PD: Bueno, a ver si me he enterao. Entonces me estás diciendo que las saetas que cantaban los hermanos Hierro, El Balilla, los Miguelones con sus hijos y, ahora también, sus nietos, etc.- todos ellas diferentes- tienen en común esos rasgos musicales que mencionabas antes-y que más o menos yo aprecio de oído-, que fundamentan el conocido estilo Apostolao o de Los Apóstoles, y que es, como perfectamente nos damos cuenta los que tenemos oído y/o sabemos cantar, el que se canta hoy día en todas las corporaciones que configuran la mananta. Todavía recuerdo cómo yo, junto a los hermanos de mi grupo, aprendimos a cantar esas saetas con dos casetes con el título Semana Santa en Puente Genil, a través de las voces de los, precisamente, ya mencionaos:  Juan Hierro, José Rivas Quintero, El Balilla o los Hermanos Martín, curiosamente todos ellos protagonistas del estilo Apostolao. Nos íbamos, siendo niños, al cocherón de alguno, poníamos el radiocasete y ¡hala!, a escuchá y a cantar, a escuchá y a cantar, hasta que salía más o menos bien…Pa que luego digan que la saeta se lleva en la sangre…

-ALVARO: La labor de ese trabajo que mencionas como medio de divulgación y aprendizaje de la Cuartelera fue importantísimo. Centenas de mananteros, los que ahora estamos ya en los cuarenta años pa’rriba, le debemos nuestra formación saetera. Se meresería, desde luego, un artículo… Pero volviendo a lo nuestro, veo que lo vas cogiendo.  

-PD: Maaare mía, Álvaro, por qué no habré venío yo antes a hablar contigo pa quitarme la diarrea mental que tenía con este tema…, y mira qué he leído tus artículos. Lo que no entiendo es cómo, yo a fin de cuentas soy un simple afisionao, extraordinarios cantaores de cuarteleras e incluso mucho de ellos buenos conocedores del flamenco, de aquí, no han sabío darse cuenta de todo esto, continuando, machaconamente, erre que erre, cada vez que echamos un rato.

-ÁLVARO: Ya sabes, querido amigo: la ignorancia o desconocimiento, la soberbia, la envidia o la manida maledisensia…, o un totum revolutum. No hay más.

PD: Quillo, son las seis de la tarde, seguimos tomando Tertulia, y esta noche tenemos cuartel para la correspondiente visita al Patrón. Traía más cosas…; si quieres lo dejamos, nos vamos pa la casa a echá una cabesá, y ya otro día te pregunto sobre la saeta del Pelíc

-ÁLVARO: ¿Cómo? Ni mijiiiiiiita, ya que estamos pringaos, nos tiramos al río… Además, esto de la saeta del Pelícano me está dando muuuuuchos quebraderos de cabesa, y a ver cuándo te voy pillar yo a ti otro día. Pidamos otro Tertulia, llamemos, como Dios manda, a las parientas pa decirles que ya no nos esperen, que nos enganchamos pa nuestro ritual de esta noche en el cuartel, y que sea mañana lo que El Terrible  quiera…

(Tras brindar, efusivamente, con los dos Tertulias que el bueno de Eugenio les trae y con el grito “Viva el Viejo Pelícano” que le enseña Álvaro a su contertulio-es lo suyo-, continúan nuestros dos protagonistas con la animada charla).

-PD: Pues prepárate que ahora viene lo gordo, además, te lo voy a soltar, ya que estoy envalentonao, tó seguío, de una vez  y sin miramiento alguno.

-ÁLVARO: Dispara.

-PD: Creo que fue en la revista de 2013, espera…, es ésta (coge la revista de la bolsa), cuando escribiste ese extenso artículo titulado La Saeta del Viejo Pelícano.

ÁLVARO: Así es, sobre la Cuartelera de mi grupo, al que pertenezco desde 1991. En aquel año, entramos al Viejo Pelícano un buen puñao de niños que de pronto nos vimos compartiendo mesa, sentimientos, poesías, cánticos y saetas con personas de 70 años. Fue una experiencia increíble.

-PD: Ya, me imagino, pero bueno, a lo que iba. Cuando escribiste ese estudio, lo leí con muuuucha atensión, pareciéndome muy interesante. Pero luego me han ido convenciendo (Álvaro no puede evitar emitir una leve y suspicaz sonrisa) de que el mismo es una burda mentira, producto de tu imaginación e ignorancia-o las dos cosas-, y con errores garrafales.  Te inventas la historia del Pelícano como grupo, sobre todo sus orígenes y lo que apuntas con  relación a su proceso de reorganización en los años 70.  También te equivocas en eso del estilo del Pelícano; eso, Álvaro, es una invención tuya, ya que saeta Cuartelera, SÓLO HAY UNA (Álvaro reprime una carcajada). Y en el caso hipotético de que existiera una saeta del Pelícano o un estilo del Pelícano-llámalo como quieras- no sería una creación de este grupo. Y, además, pretendiste sentar cátedra con dicho artículo presentándolo como algo incuestionable y, encima, con sierta arrogancia. Perdona que te sea tan franco tío, pero  así es cómo lo veo.

-ÁLVARO: (Con complaciente paciencia, Álvaro coge de nuevo la copa  y se toma,  al culeto, un nuevo Tertulia que acababa de traer Eugenio). Macho, te habrás queao descansando. Pero no pasa …, me va la marcha.   Comencemos por lo último, si te parece…

-PD: (Nuestro ínclito amigo, con aire triunfal y brindando por la victoria-ahora sí que creía que había dejao a Álvaro planchao y en fuera de juego-, cogió la copa del Tertulia y, al igual que Álvaro, se la trincó del tirón). Tú mandas.

ALVARO: A ver. Este es un tema que, honestamente, creo que algunos no lo han entendío muy bien, o, a lo mejor, yo no me expliqué bien cuando lo escribí en su momento. Pero vayamos por partes. En primer lugar, sobre lo que dises de que presenté el artículo como “algo incuestionable y con cierta arrogancia”…, abre, por favor, la revista por la página 22.

-PD: Quillo Álvaro, no empesemos otra vez, que no tengo más ganas de leer…

-ÁLVARO: No me sea flojo, nene. Si me estás cuestionando cosas que escribí hace unos años, vámonos directamente a ellas y así salimos de dudas. Además, pa eso has traío las revistas, ¿no?

-PD: Es verdad hermano, venga, vayamos al lío. Me has dicho por la página 22, a ver….

-ALVARO: Vete a la tercera columna y lee el segundo párrafo.

-PD: Para terminar  con esta breve introducción, cuatro aclaraciones. En primer lugar, como mera  HIPÓTESIS habrá que considerar  todo lo relacionado con  los orígenes de la Saeta. En segundo lugar, con el objeto de facilitar la comprensión de este estudio, haré uso continuo de la reiteración de contenidos y argumentos.  En tercer lugar, lo aquí escrito, EN ABSOLUTO, ES DEFINITIVO. Cualquier análisis de una  forma de música de tradición oral está sometido a la  revisión permanente producto de nuevos hallazgos y plumas más docta”. Bueno, ya, pero…

-ÁLVARO:  Espeeera…Continúa leyendo por el tercer párrafo hasta finalizarlo.

-PD: “Mi intención, estimados amigos, no es pontificar- ¡Dios me libre! -ni sentar cátedra. Únicamente, como reza el Himno del ‘Viejo Pelícano’-Primer Grupo de “Capiruchos” del Santo Entierro y María Santísima de las Lágrimas- ‘En su pecho cada hermano lleva la fiel voluntad de ofrecer y dar la mano a toda la humanidad’, es decir, ‘la fiel voluntad de ofrecer’ mis cortos conocimientos y ‘dar la mano a toda la humanidad’ compartiéndolos con el pueblo de Puente Genil. Sólo ruego a mi Jesús yacente en el Santo Sepulcro ‘dame tu fuerza y tu mano y enséñame la verdad’ “.

-ÁLVARO: ¿De verdad crees, querido amigo, que, con estas declaraciones de intenciones expresadas, claramente, al comienzo del artículo, se me puede achacar, a mí, arrogancia o animo de infalibilidad con eso que dices de “presentándolo como algo incuestionable”? No me contestes y lee, otra vez, esos párrafos.

-PD: (Coge de nuevo el Tertulia-ya no con la efusividad de antes-, le da un buen y pausado trago, y los lee otra vez). Visto así…., joé, es que no sé qué decirte. Está  claro.

-ÁLVARO: Muy bien. Vayamos a lo siguiente.  Me dices, también, que me invento  “la historia del ‘Pelícano’ como grupo, sobre todo sus orígenes y  lo que apuntas sobre su proceso de reorganización en los años 70”. ¿Es así?

-PD: Así es.

-ALVARO: ¿Y en base a qué me discutes esto? ¿Conociste quisá a los viejos del Pelícano? ¿Has hablao con ellos de su Historia? ¿Tienes o tuviste algún familiar o amigo que perteneció a dicha corporación y que domine bien el tema?

-PD: Qué va, qué va. Na de eso. Si te soy sincero,  prácticamente conocí de la existencia de tu corporación a raíz de tu artículo, antes, ni idea. Además, ya te he dicho que cuando lo leí, me pareció muy bueno y fundamentao, pero que después…: que si Fulano, cuando fui a su cuartel de invitao, me dijo esto; que si Mengano, en una de las exaltaciones de la saeta, lo otro…, en fin, ya sabes…, al final termina uno, gracias a  las uvitas y nuestras cuestiones mananteras -ya me entiendes- creyéndose toooo lo que le disen…De todas formas, ¿te inventas o no te inventas toooas esas historias de tu corporación que señalas en el artículo?

-ÁLVARO: (La paciencia de Álvaro se ve fortalecida con un buen sorbo del fresco Tertulia). Antes de contestarte, decirte que El Pelícano-a ver si de esto se entera ya la gente de una vez -NO es una corporación bíblica, sino un Grupo de Capiruchos, un grupo de alumbrar. Así ha sío desde que empezó, así nos lo inculcaron nuestros hermanos mayores, y así, a mucha honra, continúa siéndolo. Eso de las figuras…, pufff…, con la buena Semana Santa que nos pegamos-disfrutando sin agobios de todas las comidas, yendo a todas las salidas, encierros-, con la única responsabilidad de alumbrar el Sábado Santo al Santo Entierro, evitándonos los follones de los turnos, horarios, multas, en fin, ya sabes… Además, que ya hay muchas figuras en nuestra mananta, de las bíblicas y de las otras, jejeje…Pero no nos desentremos del asunto. A ver. Todos los datos históricos que apunto en el artículo, ni proceden de un cuento, ni de mi fantasiosa imaginación, ni de mi ineptitud. Proceden de una revista, de una publicación, coordinada magistralmente por mi hermano David y editada en 1997 con motivo del XXV Aniversario de la Reorganización, en la que TESTIMONIAMOS las vivencias de nuestros HERMANOS MAYORES, aquellos que en la década de los 30 del pasado siglo, fundaron este singular cuartel. En la misma se recopilaron recuerdos, poesías, curiosidades, fotografías y copias de actas, aportándose los datos históricos que se señala en mi artículo, CORROBORADOS por el testimonio directo de nuestros mayores. Unos datos imprescindibles para entender la génesis y desarrollo de la saeta del Pelícano. Cuando quieras vienes a mi casa, y le echamos un vistaso.

-PD: Quita, quita, no hase falta. No seré yo quien cuestione las vivencias de esos venerables hermanos. Además, con la contundencia, pasión y respeto con los que te me estás expresando, es difícil dudar de tu palabra.  Me parece que me estoy empezando a dar cuenta, un poco, de muuuuuuchas cosas que pasan en nuestra querida mananta… De toas formas (y vuelve la burra al trigo), eso de la saeta del Pelícano…, NO se sostiene. Esa saeta no existe, y si existe NO es una creación de tu corporación como tú dices.

-ÁLVARO: Bueno, a ver. ¿En qué queamos entonces? ¿Existe o no existe? Me parece que lo tuyo es llevarme la contraria porque sí, sin más. Te han calentao bien la cabeza…

-PD: Si te soy sincero, yo ya no sé qué pensar. Acláramelo tú, por favor…

-ALVARO: Vayamos por partes. Verás, conviene tener claro que yo no fui el primero en Puente Genil en hablar de la saeta del Pelícano como una forma o estilo peculiar de saeta. Recuerdo que cuando entré en el Grupo, como te he dicho antes a principios de los 90, nuestros hermanos mayores continuamente nos hablaban de la misma. Y, además, la primera vez que escuché a mi hermano Eduardo-el pobre falleció en Madrid hace unos meses a los ochenta y siete años-me di cuenta, rápidamente, que su saeta no era cómo las demás…

-PD: ¿Eduardo? No me digas que era ese señor, con gafas, bigote y pelo plateado, que, durante muchos años, en el encierro del Santo Entierro, cantaba una saeta rarísima…, bellísima, pero diferente…. Recuerdo cómo una vez, incluso, le metió seis tersios. Fue algo increíble.

-ÁLVARO: Efectivamente, ése es. Junto a Paco, que no llegué a conocer, los grandes cultivadores de la saeta Cuartelera del Pelícano. Pero antes de hablarte de él, quisiera aclararte lo que te dije antes. Yo no fui, se pongan cómo se pongan, el primero en hablar y escribir sobre esta saeta o estilo. Por ejemplo, en la revista de la que te he hablao antes, la que editamos en el 91 con motivo de la reorganización del Grupo, ya se habla de esta saeta o estilo. Si no recuerdo mal-espera, que lo voy a mirar en el móvil- (fíjate qué previsor, ante un espontáneo interrogatorio como éste…), dice así: “La saeta del Pelícano tiene personalidad y es, por su calidad y expresión, una de las más señeras. Las saetas del Pelícano serán siempre un estilo, un referente; un espejo en que mirarse y, sobre todo una fuente donde beber tradición y arte”.

-PD: No me jodas tío… ¿Entonces esto de calificar a la saeta de tu grupo como “un estilo”, como “un referente”, no es idea tuya, ni tú lo escribiste por primera vez? No me lo puede creer…

-ÁLVARO: Si no me crees,  subo un momento a mi casa y te enseño la revista. Vivo ahí al lao

-PD: No, no, si te creo. Lo que no me puedo creer es que te hayan a ti engatusao una cosa de la que ya se hablaba-a ver…, de qué año era la revista de Semana Santa de tu artículo… ¡ah, sí! del 2013- na más y na menos que veintidós años atrás… Por cierto, con  esto que me estás diciendo, ahora me acuerdo de una cosilla. También he escuchao hablar de esta saeta o estilo en los mismísimos Apóstoles. Fue un Jueves Santo que me llevaron de invitao, creo que fue hace diez o doce años.

-ÁLVARO: Es decir, unos años antes de que yo lo hiciese en mi tan discutido artículo, jejeje.

-PD: Sí, sí. Y recuerdo cómo hablaban de Eduardo y de un tal Paco como responsables principales de dicho estilo de saeta. Un estilo al que, por lo que persibí, allí le tienen mucho respeto y consideración. También hablaban de un tal Manolo, le llamaban algo así como El Ruiseñor del Pelícanodesían que cantaba una saeta muy difícil.

-ALVARO: Claro, mi querido y entrañable hermano Manolo. No he tenido yo conversaciones con él sobre sus recuerdos y vivencias… Gracias a las mismas-tengo incluso publicado en un Pontón una entrevista que le hice, que guardo grabada en un DVD como oro en paño-, escribí el año pasado, en la revista de Semana Santa, un artículo sobre su saeta, una saeta, en contra de lo que se piensa, que no tiene naaaa que ver con la saeta del Pelícano. Su saeta, podemos decir, es una versión o recreación muy personal del estilo de Los Apóstoles.

-PD: Sí, lo recuerdo  bien. Por cierto, con relación a tu artículo del año pasao sobre la saeta de Manolo, también son muchos los que me han dicho que lo que dices sobre lo que te contó Manolo es mentira, otra invención tuya. Pero tranquiiiiilo, que te creo, que ya sé que me vas a pedir que nos vayamos ahora mismo a tu casa pa escuchar la entrevista…

-ÁLVARO: Volviendo a la saeta del Pelícano, la de Eduardo y Paco.  ¿Sigues pensando que no existe?

-PD: Hombre, considerando toooo lo que me has dicho; también mis recuerdos que, gracias a esta conversación, me han venío sobre Eduardo cantando en los encierros del Sepulcro; teniendo en cuenta también lo que me dijeron en Los Apóstoles…, la verdad es que….

-ALVARO: Espera, no me contestes todavía. Coge la revista de nuevo  y ábrela por las páginas 28 y 29. Como ves, ahí aparecen transcritas cuatro saetas: la de El Seco; dos del Pelícano, cantadas, cada una de ellas, por Eduardo y Paco; y otra de Los Apóstoles, interpretada, de manera dialogada, por Manuel Hierro y El Balilla.

-PD: Me parece muy bien, pero pa mí esto es chino. ¿Ves? Aquí está el problema de la utilización de los pentagramas pa esto de la saeta y el cante.

-ÁLVARO: Bueno, bueno, problema depende de para quién. Pa mí, desde luego, ninguno. Aunque comprendo que, en este país, donde la Educación Musical ha estado marginada de la enseñanza obligatoria durante muchos años, sea un problema introducir pentagramas en estudios de este tipo. De toas formas, seguro que tienes buenos amigos que te puedan echar una mano en este sentido. Y más aquí en Puente Genil, tierra de músicos.

-PD: Bueno, déjate de historias. ¿Me las va a tararear o no? Estoy impasiente…

-ÁLVARO: (Álvaro se aclara la garganta con un buen sorbo del Tertulia, y le canta, por lo bajini, las cuatro saetas a nuestro paisano, cada vez, “menos disconforme”). Bueno, ¿qué te parece?

-PD: Joé macho, pues que es imposible, al no ser que tengas un oído en frente del otro, no reconocer que las saetas que has cantao del Pelícano son diferentes a esta última que has cantao del Apostolao. No tienen na que ver, ¡por Dios! Son más llanas, cortas, sin tantos melismas y dejes flamencos.  Y, además, es muy paresía a la primera, a la del Seco.

ÁLVARO: Así es, tú lo has dicho.

-PD: Pero entonces, en realidad, la saeta del Pelícano NO es una creación del Pelícano. A ver. El Seco, y ahora déjame a mí teorisá un poco, nació, creo, en los años ochenta del siglo XIX, por lo que este estilo de saeta, que él lo aprendería, como hace el mundo, de mosalbete, sería, en su forma básica, el que se cantaría en la mananta a finales del siglo XIX y principios del siglo XX.  

-ÁLVARO: Claaaaaro…Pero ojo, cuidadín, es una hipótesis. No tenemos grabaciones de aquella época que lo atestigüe. No me seas, como te dicen que yo soy con estos temas, jejeje.

-PD: (De pronto, nuestro paisano, sin haber escuchado estas últimas palabras de Álvaro y más disconforme que nunca, se levanta triunfante, y llama efusivamente a Eugenio pidiéndole un nuevo Tertulia).  ¡Por fin!, por fin te pillé, colega. Ahora no me lo puedes negar, TE HAS EQUIVOCAO.

-ÁLVARO: (Álvaro, haciendo alarde, otra vez, de una paciencia a prueba de bombas, coge de nuevo la revista y la abre por la página 29).  Cucha , ven pa cá, siéntate, y abre las orejas. Escucha bien: “¿El origen de esta manera de cantar saetas cuarteleras? Creemos que seguramente sería el habitual -en su comportamiento melódico básico- en Puente Genil durante las tres primeras décadas del siglo pasado, como lo corrobora ‘El Seco’ con su saeta. Manera de cantar que, ante la atractiva saeta de los hermanos Hierro -posteriormente    propagada por la corporación de ‘Los Apóstoles’- fue, poco a poco, desapareciendo, aunque no del todo. En el ‘Viejo Pelícano’ se continuó cultivando llegando, incluso, hasta nuestros días”

-PD: ¿Dónde pone eso? Nooooo me lo creo…

-ÁLVARO: Lee, lee….

-PD: (Nuestro impulsivo amigo, frotándose los ojos, no daba crédito a lo que estaba leyendo…;  no obstante, no se daba por vencido). Bueno…, pero entonces, ¿por qué se le llama saeta del Pelícano?

-ÁLVARO: Bueno, eso sería una pregunta pa, por ejemplo, el que lo escribió en la revista de la que hablamos antes editada con motivo del aniversario de la reorganización del Pelícano, o pa los hermanos de Los Apóstoles, a los que, de acuerdo con tus propias palabras, se lo escuchaste decir. Yo imagino que, después de toooo lo que he investigao y de haber compartido, durante muchos años, mesa y vivencias con mis hermanos mayores-lo auténticos protagonistas de toda esta historia-, será porque El Viejo Pelícano, mientras alguien no me demuestre lo contrario, es el ÚNICO cuartel de tooooooa la mananta donde se ha conservao y cultivao este antiguo estilo de saeta, y según me contaron algunos hermanos mayores, DESDE SIEMPRE. Pa escribir el tan manido artículo del que estamos hablando-éste, ni fue fruto de un día, ni producto de una alucinación- recogí el testimonio de los protagonistas-tengo grabadas las conversaciones…, si quieres, ya sabes…- Así, me preocupé por llamar, por teléfono, a mi hermano Hipólito, ya fallecido, a Algeciras, y al mismito Eduardo, el que la cantaba, a Madrid. Ambos me confirmaron, me aseguraron ROTUNDAMENTE, que tanto Eduardo como Paco, a finales de los años treinta, cantaban esas saetas. Si no me crees, coge la revista y ábrela por la pági…

-PD: Calla, calla…, que ya estoy jarto, no pueo má…  Sabes qué te digo, Álvaro, y ya que es la hora de irnos pal cuartel, que ahora mismo me voy a tu grupo de invitao. Quiero vivir in situ el lugar, el ambiente, las paredes donde este estilo antiquísimo y genuino de saeta se ha cultivao. También, conoceros a todos, escuchar a los que habéis conservado esta singular musicalidad, y contaros- yo, alguien de afuera- la suerte que tenéis de mantener una saeta única en Puente Genil. Pero antes de tirar pa bajo, echemos otro Tertulia, y brindemos por este bendito encuentro.

                                                  ………………………………………….

Al día siguiente, Álvaro se levantó con una sonrisa de oreja a oreja. Hacía tiempo que no sentía esa sensación de sosiego y tranquilidad. ¡Por fin!, por fin había tenido la oportunidad de explicar y aclarar, cara a cara, a uno de sus paisanos disconformes, uno de sus estudios al que tanto cariño, esfuerzo, dedicación y constancia había puesto.  A partir de ese momento, y tras un tiempo, observó cómo en determinados círculos mananteros, comenzaron a mirarlo de otra manera y, a tratarlo, con otro talante.

Y colorín colorado, este cuento… ¿SE HABRÁ ACABADO…?

                                                                                    ÁLVARO DE LA FUENTE ESPEJO.
 [1] CUENTO: Narración breve, oral o escrita, en la que se narra una historia de FICCIÓN con un reducido número de personajes, una intriga poco desarrollada y un clímax y desenlace final rápidos.
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