De ayer a hoy en la Cofradía de los Dolores
Uno de los propósitos de esta publicación – además de su irrenunciable carácter cofrade y argumento devocional- es el de recuperar, enlazando pasado y presente, algunos aspectos de su secular historia, valioso patrimonio o muestras del aquilatado fervor que le profesan sus hijos.
Acorde con esta noble encomienda, después de que el pasado año hiciéramos un breve recorrido sobre aspectos patrimoniales concretos, vamos a acercaros en éste un poco más a la consideración de la venerada Imagen de Nuestra Señora, tanto en aspectos iconográficos como a la diversa indumentaria con la que, a lo largo del tiempo, se nos ha podido presentar. Para ello nos vamos a apoyar en interesantes documentos fotográficos -algunos inéditos o muy poco conocidos- que recogen estampas y momentos -históricos en ocasiones- que nos permitan recomponer un tiempo y un espacio determinados e incluso lugares, personas o piezas patrimoniales desgraciadamente perdidas.
Nos ceñiremos en este artículo a la Imagen, podríamos decir “de cerca”, para cerrar con una, muy significativa, en la calle y bajo palio. Creo innecesario aclarar que la calidad técnica de algunas fotografías es muy limitada, sobrepasándola, en todo caso, su valor testimonial. Todas ellas son procedentes de mi archivo familiar, recopilado, principalmente, por mi inolvidable padre. Con todo cariño las ofrendo a esta Hermandad en la que fui inscrito, por herencia materna, en el mismo momento de nacer. A las soberanas plantas de nuestra Madre he alentado sublimes vivencias.
LA IMAGEN
Una imagen -en contra del concepto rígido de los académicos e intelectuales que sólo juzgan la calidad artística de una escultura- es un relicario acumulado de devociones pretéritas y un palimpsesto de fe en la que, en continua evolución, pueden rastrearse, huellas piadosas o estéticas que resbalan a un análisis objetivo. Esto lleva a que los hermanos y devotos más cercanos, adviertan diferencias (sobre todo después de cualquier restauración por pequeña que sea) pensando que le han “cambiado” a “su” Cristo o a su Virgen. Hemos de admitir, sin embargo, que una restauración -siempre polémica y con independencia de que sea más o menos acertada- se hace siempre obligatoriamente, por algo imparable como es el deterioro material por el paso del tiempo.
En las imágenes de nuestros Vírgenes -mayoritariamente de candelero para vestir- puede influir, decisivamente, lo que llamamos “arreglo” en función del gusto, la moda o creatividad de las personas encargadas de la delicada tarea de verterlas, ya que pueden modificar su impronta. Ya hice constar el año pasado que nuestra Imagen, de autor anónimo, pudo llegar a Puente Genil en el primer tercio del siglo XIX, sustituyendo a otra más antigua. También que -aunque en el siempre resbaladizo terreno de las conjeturas- presenta ciertas similitudes iconográficas con las realizaciones del importante círculo imaginero antequerano en esas fechas. Es sólo una hipótesis al carecer de documentos.
Vamos a recorrer, numeradas, algunas fotografías interesantes y testimoniales (para que cada cual pueda hacer su valoración) de nuestra hermosísima Dolorosa:
La I, bellísima, es de finales de los años veinte. La Virgen aparece con diadema clásica y tocado escueto. Resalta el corazón con las siete espadas (pieza conservada al salvarse en 1936) tan peculiar, situado muy bajo. También las preciosas manos cruzadas que por sí solas acreditan a un gran artista. Y, por supuesto, el riquísimo manto y saya, bordados en oro, vilmente expoliados en los siniestros sucesos de la Guerra Civil. Esta fotografía -u otra similar- debió utilizarse para el mosaico del Pórtico de Jesús -afortunadamente repuesta su réplica- cuyo original, restaurado, se conserva en el cuartel del “Primero de los Dolores”.
La II es una “recordatoria” histórica. La fotografía en pose similar a la anterior, pero en la que se aprecian diferencias como la valiosa diadema imperial de oro, perdida, el rostro más despejado y las manos aún más bajas. Fue entregada a los fieles el Viernes de Dolores tres de Abril de 1936 (coincidente en fechas con este año 2009) en la Misa de Comunión, como revela su respaldo que publico por primera vez. Ese año ya no hubo Semana Santa ante el amenazante clima político tras el triunfo electoral del Frente Popular, por lo que tiene un carácter testimonial en vísperas de la tragedia de Julio.
La fotografía III -regalo de mi abuelo Joaquín Chacón López- es inédita o muy poco conocida. Puede situarse en torno a 1942 y su excepcional calidad nos permite importantes apreciaciones que revelan modificaciones, importantes, tanto en la Imagen como en su atuendo. Son evidentes, como consecuencia de la forzada restauración, las que afectan a la expresión y encarnadura, aunque la más trascendental es que ya aparece con las manos abiertas, esculpidas en talleres cordobeses en 1940. Obsérvese al respecto el tierno efecto de la mano izquierda recogida sobre el pecho y el corazón. También resultan curiosos los anillos que la prenden, según costumbre de época y una artística cruz con cadena que relucen sobre el tocado, sin pliegues, que se recoge con una preciosa blonda, completándose con original toca de rico tisú.
De otra parte es la primera foto, de las que conozco, en que la Virgen luce la valiosa corona, que cinceló el orfebre cordobés Díaz Roncero en 1941 la cual documenté el pasado año. Por último podemos contemplar el manto de color azul noche y la saya granate, bordados en oro. El primero fue realizado en Valencia en 1941 y sustituía al perdido en la Guerra.
Las fotografías IV y V delatan algunos de los “retoques” continuados en la encarnadura del rostro y ciertas aportaciones estéticas: La primera de ellas, con tocado suelto de tul, sin corona y sin toca, con puñal en sustitución del emblemático corazón que sí aparece en la siguiente. Ambas son de finales de los años cincuenta.
Dando un salto en el tiempo, finales de los sesenta, es la VI, con un tocado de pliegues con encajes más densos y trabajados por el vestidor. El avanzado -y preocupante- estado de deterioro de la Imagen era más que evidente: Tanto a nivel interno (candelero y articulaciones) como en la policromía, resquebrajada, con desprendimientos en la encarnadura, plana, del rostro, sometidos a continuos “retoques”. Todo esto es apreciable (casi acusatorio) en la fotografía VII que ofrecemos, sin ningún aditamento, como prueba de la situación que llevó a la Junta de Gobierno, con la autorización del Cabildo, pasada la Semana Santa de 1986 a encargar su restauración al acreditado imaginero sevillano D. Antonio Dubé de Luque.
A tales efectos fue trasladad a su estudio-taller sito en la popular calle Alfarería 38, del sevillanísimo barrio de Triana. El gran artista, tan ligado a Puente Genil en la década de los ochenta, procedió al estudio minucioso de la talla emitiendo un detallado informe. Procedió a continuación al trabajo consistente en la sustitución del candelero -en muy mal estado y con añadidos de calzos que habían modificado la postura- y demás elementos sustentantes, incluidas las articulaciones, giro expresivo de las manos -que fueron retalladas- fijando los anclajes a la peana, que el tiempo y manipulación habían erosionado.
De acuerdo con fotografías antiguas aportadas, procedió a un remodelado, con expresión -algo más dulce que la primitiva- acorde con la impronta de las Dolorosas del siglo XIX, aunque con inevitables toques personales se su producción artística. Eliminando los repintes y cuerpos extraños acumulados en la encarnadura, encontró la original -pálida y nacarada- con la que había sido concebida por su anónimo autor, procediendo en esa misma entonación con las naturales veladuras y pátinas, quedando de esta manera conservada y enaltecida, en su monumental retablo, para el devenir de los tiempos, derramando su Gracia, junto al Bendito Patrón a los hijos de La Puente.
A la fecha de su reposición al culto –veintiséis de Junio de 1986- de la que han transcurrido ya veintitrés años, corresponde la foto VIII en la que resplandece en toda su belleza tan dulces, tan nuestra, tan pontana…
Cada mes de Noviembre, vestida de negro, recupera su impronta, austera y doliente, resaltada por el prodigio de sus manos cruzadas (IX). Es como un reencuentro entre el hoy, efímero, y el ayer eterno con que la veneraron nuestros mayores con inquebrantable devoción.
LA VIRGEN EN LA CALLE
Como testimonio final ofrezco la impresionante -creo que inédita- fotografía X, que estimo de valor incalculable. En ella aparece la Virgen en la mañana del Viernes Santo en su paso de palio. Al estudio de éste y de su evolución, dedicaremos -Dios mediante el trabajo del próximo año.
Esta fotografía tiene la plusvalía de haber sido tomada -con las limitaciones naturales técnicas- el Viernes Santo de 1935, que fue el último que procesionó. Está tomada en la calle Madre de Dios (bajaba entonces por la cuesta Romero) y pueden verse -aunque no reconocidos- numerosos hermanos delante del paso y a los bastoneros que lo llevan.
Como puede advertirse el palio es el primitivo, de bambalina continua con borlones en las ondas. Era de tisú azul. El techo de palio, de raso blanco, se sostenía con sólo seis varales, con remates góticos. En el basamento de uno de los delanteros aparece un enorme lazo negro, como era significativa tradición. También las originales jarras góticas -con flores de colores- que se habían estrenado en 1928 y que, restauradas, se conservan. La Virgen se eleva sobre la magnífica peana de plata que en la actualidad la sustenta en el camarín.
Era la estética dominante en todas nuestras dolorosas. Aunque no puede percibirse -por el contraluz y escasa calidad de la foto- el palio tenía en la cúpula, como remate, el angelito gótico de plata que ahora se ubica en la entrecalle de la candelería. Era fama, por su altura y tosquedad de los tendidos eléctricos, que provocara anecdóticos cortes de luz en las calles.
Sin embargo, su peculiaridad principal la aporta el hecho de poder contemplar, lo que tanto se ha llorado en nuestra cofradía: La valiosísima corona-diadema y el manto y saya bordados que lucieron por última vez ya que se perdieron en el criminal incendio del domicilio del inolvidable cofrade D. José Chacón López.
Con todos estos testimonios gráficos y datos colaterales, hemos querido contribuir, modestamente, a difundir -poniéndolos al alcance de todos los hermanos- documentos, algunos inéditos, que enaltecen la historia de nuestra Cofradía y pregonan el inmenso amor a la MADRE DE JESÚS.
JUAN ORTEGA CHACÓN