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De las primitivas estaciones de Penitencia a los desfiles procesionales.

De las primitivas estaciones de Penitencia a los desfiles procesionales

“Orden, insignias, simbología y los cortejos cofradieros.”

Es cierto que existe una “prehistoria”, y remota y embrionaria, de las primeras Cofradía penitenciales y de la propia Semana Santa allá por el siglo XIII, que se proyecta al XIV, aún en plena reconquista. Sin embargo, resulta más consecuente y documentado considerarlas en gestación a lo largo del siglo XV y sobre todo del XVI a raíz del trascendental Concilio de Trento (1545-1563) aún con estricto carácter expiatorio. El triunfo enaltecedor del arte Barroco las magnífica en el siglo XVII con su acentuado dinamismo escenográfico, quedando estructuradas, eliminando los últimos resquicios medievalizantes, a lo largo del XVIII, enfrentándose, consecutivamente, al reformismo de la ilustración -presente en la propia iglesia y en el sector más intelectualizado de la sociedad- con las viscerales resistencias costumbristas del pueblo llano, hasta alcanzar sincretismo, colorista y popular, que se reafirma, pese a los vaivenes de índole política, del siglo XIX, reforzado por el tardío Romanticismo español. En el pasado siglo -pese a las turbulencias revolucionarias y fratricidas de los años treinta- la Semana Santa se erige como seña identificadora de numerosos lugares de España, con amago de crisis en los años sesenta, llegando a la época actual revitalizada, en notable expansión y un mayor compromiso social. En cualquier caso resulta patente que, entre las primeras procesiones-mortificantes; ascéticas; de rigurosísima penitencia y alta jerarquización -y lo que contemplamos hoy en policromados y deslumbrantes DESFILES PROCESIONALES, media un abismo. Como el que existe entre una expiación y un espectáculo público; como el de los seiscientos años de supervivencia desde aquellos primeros rudimentos pasionistas….

Las primeras Cofradías que encontramos son las de los “Disciplinantes” introducidas por la Órdenes mendicantes -principalmente Franciscanos y Dominicos- que al misionar por todo el Reino las extendieron. Esta práctica consistía en imitar los padecimientos sufridos por Nuestro Señor Jesucristo durante la Pasión, azotándose en el transcurso de las procesiones. (Hubo otras aún más extremas como los “Empalados” y “Crucificados” aún reminiscentes en determinados lugares de Filipinas e Hispanoamérica). Para ello utilizaron unos flagelos con los que se golpeaban las espaldas hasta sangrar, llevando Incluso corona de espinas y sogas ceñidas. Eran los denominados hermanos de “SANGRE” los cuales, junto a los de la LUZ, (alumbrantes con hachas encendidas), conformaban sobrecogedores cortejos.

En Puente Genil estos rituales aparecen indisolublemente ligados a la Cofradía de la Veracruz, fundada en el siglo XVI, la cual en la tarde-noche del Jueves Santo, representó esta preceptiva hasta su supresión en 1777 por el Edicto de Carlos III. Esto pudo representar su extinción como tal de (flagelantes) continuándose en la de la Columna. Los datos fehacientes, que han tenido diversas interpretaciones, son los que aparecen acreditados, en LOS APUNTES HISTÓRICOS DE LA VILLA (1874) y “EL LIBRO DE PUENTE GENIL” (1895), así como en el ejercicio del Quinario de esta Cofradía[i]

En la provincia de Córdoba estas Cofradías aparecen en la primera mitad del siglo XVI. Su implantación se debió a los privilegios e indulgencias concedidas por el Papa Paulo III (1536) y el Prelado cordobés LEOPOLDO DE AUSTRIA (1541-1557). En torno a esta fecha y posteriores se documentan la mayoría de ellas. La nuestra es anterior a 1558 (consolidada con libranzas y hermano mayor datados en 1564) con acompañamiento de hermanos “disciplinantes” y de “luz”. Todas ellas coinciden en la procesión del Jueves Santo con “Sermón” y celebraciones en dos fechas: el 3 de mayo (invención) y el 14 de septiembre (exaltación) de la SANTA CRUZ (hoy fundidas, litúrgicamente sólo en la última) ya que la CRUZ VERDADERA es su primer y titular. Su denominador común en el que coinciden, es poseer ERMITA propia con un santero – guardián y haber ido añadiendo otros “pasos” germen de incipientes HERMANDADES[ii] En ellas podríamos encontrar la composición de las primeras estaciones, a mediados del siglo XVI -de absoluta sobriedad “mortificante”- frente al posterior dato del siglo XVII al incorporar elementos barrocos. En ellas ya aparece la figura del “muñidor” (campanillero) que convocaba a integrarse o a la piadosa contemplación del cortejo. También un Pendón o Estandarte (portado por persona principal) muy austero; de tafetán negro con una cruz. Distribuidos en dos filas. Caminaban los hermanos penitentes, todos con hábitos de color blanco, túnicas de tela de lienzo y capuces de algodón o hilo de seda. Se dividían en dos grupos: Los hermanos de Luz con cirios o hachas encendidas y los de SANGRE, azotándose. Al principio solo se veneraba a una cruz, muy severa, portada por un sacerdote, fraile o Hermano Mayor. Posteriormente se transformó en un CRUCIFICADO, de tamaño menor del natural. Esto explica, en nuestro caso, la cita de los Apuntes Históricos (pag 315): “El Jueves Santo se daban la mayor parte de los azotes en la plaza de Lara, a cuyo efecto y deteniéndose la procesión, asomaban el Cristo por el balcón de la casa numero uno.” (Las mujeres no podían ser disciplinantes, si acaso acompañantes (con cirios de cera verde) y enlutadas. Sobre todo al incorporarse la imagen de Dolorosa a los cortejos.)

Posteriormente, éstas, incorporaron la imagen de un Cristo Crucificado (en nuestro caso advocado de la Sangre y popularmente de los “Valientes”) en escueta parihuela, sin adornos y llevado por clérigos o personas de alcurnia. Ya, en el siglo XVIII, sucesivamente se engrosa con otros pasos (Santa Cruz, Santa Cena, Preso, Columna y una Virgen Dolorosa). No había música, tal y como hoy entendemos; sólo la de capilla con motetes o el canto grave del “Miserere” o “Stabat Mater”. O los simples rezos en silencio sepulcral. Era frecuente -en nuestro caso no constatado- la presencia de largas y toscas trompetas de latón, de sonido bronco y estremecedor, destinadas a llamar la atención e imponer silencio, antecedente de las “bocinas” actuales, que se situaban junto a los pasos.

Así pues este panorama tenebroso, mortificante y eminentemente penitencial, se altera en el siglo XVII con un progresivo enriquecimiento propiciado por la aportación de elementos creativos, de carácter alegórico-emocional desplegados por el barroco (aumento de pasos; Cofradías gremiales; figuras bíblicas; escuadras romanas; penitentes con cruces; imaginería mucho más realista y humanizante). En suma más atractivas, más sensibles, con la consecuente popularidad mantenida hasta nuestros días. Al efecto, tuvo especial incidencia la fundación (en torno a 1595) de la Cofradía de JESÚS NAZARENO, que no sólo realiza “sermones” o ceremonias escénico-teatralizantes, sino que muestra la belleza de unos cortejos bíblicos multicolores y deslumbrantes, que generarían el favor del pueblo, imponiendo este carisma como seña identitaria. En la misma tendencia la Cofradía del Dulce Nombre de Jesús celebraba “ostentosamente” la ceremonia del DESCENDIMIENTO de la Cruz y traslado al Santo Sepulcro procesionando la noche del Viernes Santo junto a la Virgen de la Soledad, integrándose otros pasos y figuras bíblicas.

Por mantenerlas a ultranza, se alza una Puente de Don Gonzalo DESOBEDIENTE a las rigurosas prohibiciones, de los tantas veces citados Obispos cordobeses “Ilustrados”. Sobre todo CEBRIÁN (1742-1752) y TREVILLA (1805-1832) que decretaron su proscripción radical y una procesión única (1820). En medio los decretos categóricos de la Real Cédula de Carlos III (1777) que conlleva a la supresión o drástica reforma (sobre todo de las Cofradías gremiales) exigiendo la doble aprobación del Consejo y del Ordinario Eclesiástico (1783). Esto puede explicar ciertas lagunas documentales y duplicidades en nuestras cuatro Cofradías troncales. De otra parte, es extremado el rigor de las prohibiciones: “Supresión de Figuras”, recogida de las procesiones antes de la puesta del sol, con proscripción expresa de refrigerios, refrescos, agasajos y terminantemente, aparecer con la cara cubierta o la presencia de mujeres. Así y en 1744 leemos en el decreto de Cebrián: “…. Han de ir con la cara descubierta en su hábito o vestido regular, o con túnicas de alandilla morada o negra (….) Evitando toda profanidad….” Los primeros aspectos aluden a los presuntos “excesos” y a “otros”, a los que la noche daba cobertura. En el último podemos encontrar el origen de nuestros tradicionales “capillo”, de rostro descubierto, que también perduran, en otros pueblos cercanos con algunas variantes, frente al capirote Nazareno con antifaz que se estilizó en Sevilla, llegando a nuestros “grupos” en los años 20 del pasado siglo.

En definitiva, podríamos deducir que fue en la segunda mitad del siglo XVIII y buena parte del siglo XIX cuando se establecen los cortejos procesionales que han llegado a nuestros días.

ORDENACION TRADICIONAL EN LAS PROCESIONES DE PUENTE GENIL

En un minucioso barrido de textos o documentos referidos a las cuatro Cofradías troncales (Miércoles Santo: Caridad-Humildad; Jueves Santo: Veracruz-Columna; Viernes Santo: Jesús Nazareno; Viernes Santo noche: Santo Sepulcro-Soledad). Vienen a coincidir, con escasa diferencia en su relato: los “APUNTES HISTÓRICOS “(1874) “EL LIBRO DE PUENTE GENIL” (1895), de este mismo año, una magnífica descripción del poeta y eminente polígrafo pontanes Rodolfo Gil y de 1899 un GUIÓN PROFESIONAL bastante detallado. Ya en el siglo XX en 1908, aleatoriamente, un largo poemario en verso, publicado en “Albores” Miguel Eroles. Tres años después, en 1911, el trascendental libro de MIGUEL ROMERO. También, de manera tangencial, algunas precisiones de las “EFEMÉRIDES” de D. Agustín Aguilar y posteriores de “EL AVISO”, de don Baldomero Jiménez.

Del cotejo de estos textos, sin descartar que pudieran asimilarse unos de otros (sin reseñar el de las “figuras”, de ubicación más anárquica) podríamos con significativas peculiaridades respecto a otros lugares, manteniendo su estructura hasta mediados del siglo pasado; el siguiente orden: Abre marcha siempre “LA CAMPANITA”, tañida ininterrumpidamente, por un campanillero, de oficio o asalariado. Era heraldo y convocante común en las procesiones penitenciales de los siglos XVI y XVII desapareciendo en casi todos los lugares, conservándose en muy pocos. Puente Genil lo ha mantenido con el diminutivo afectivo de “campanita” aunque por peso y tamaño lo excede. Constituye una de nuestras señas identitarias, habiendo sido cantada por nuestros mejores poetas, seduciendo a visitantes y antropólogos. Es credencial privilegiada de las Cofradías matrices. La más antigua y legendaria es la de la Cofradía de Jesús Nazareno (1664) de peculiar y evocador timbre sonoro. 

Aunque hoy ya sólo aparecen la del día correspondiente, inmediatamente después de la “campanita” lo que aparecían eran las BANDERAS, desplegadas, de las cuatro Cofradías troncales correspondientes (Humildad, Columna, Jesús Nazareno y Santo sepulcro) que iban acompañadas por un grupito de “bastoneros” con sus correspondientes túnicas e insignias, El Viernes Santo por la noche cambiaban, en señal de luto, por (hachas) encendidas o cirios. Estas banderas eran de grandes dimensiones (como puede apreciarse en fotografías de primeros del siglo XX) hasta el punto, anecdótico, de que en días ya calurosos del Viernes Santo, se cobijaban estos hermanos a su sombra. Foto bandera_calleplaza.jpg Al procesionarse abiertas es a estas a las que aquí les llamaron “bacalaos”. Además de su propia impronta, la particularidad más notable es que guardaban un orden rotativo. Así el Miércoles Santo lo encabezaba la del Santo sepulcro, seguida de la de Jesús Nazareno y la Columna, presidiendo la de la HUMILDAD por ser la titular del día. En la otras tres procesiones establecían alternancia en el orden inverso correspondiente. Todas eran de color morado con cintas y cordones distintivos, salvo la del Santo Sepulcro, negra, con la cruz de Jerusalén. Cuando llegaba el momento del encierro, todas ellas presentes, se inclinaban al entrar el último paso.

Las que hoy conservan las primitivas Cofradías matrices lo hacen sólo en su día procesional. Son más pequeñas y aparecen recogidas. Cuando en 1951 salió por primera vez la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Resucitado siguieron compareciendo todas, así como nutridas representaciones, hoy prácticamente extinguidas. Las de nueva fundación no las han incorporado como atributo a excepción de la Virgen de la Soledad, ya que en 1960 pasó a ser troncal y matriz del Viernes Santo en la noche. La repuso y mantiene. Estimamos que deben perseverar, aunque sin tan arcaico ritual, pues son enseñas distintivas de Nuestra Semana Mayor. 

Después se iniciaban las hileras de hermanos alumbrantes con sus cirios encendidos y la indumentaria tradicional. Alrededor de 1920 se iniciaron, de manera articulada y corporativa los “GRUPOS DE CAPIRUCHOS” con organización interna y reglamento propio y “cuartel”. Alumbraban a una Cofradía (incluso a más de una) Se numeraban – aún persisten – en orden a la cercanía al paso pero en orden inverso (el primero es el más inmediato y antiguo). Estos ya vistiendo hábitos nazarenos con antifaz y algún distintivo propio. El desfile de cada hermandad lo abre desde tiempo inmemorial, el clásico ESTANDARTE como insignia principal, no sólo en la procesión penitencial sino en las “representaciones” en otras del año. Llegamos a conocer de niños, incluso, un segundo estandarte más sencillo, que acompañaba en los entierros de los hermanos, al aparecer así en sus reglas encabezando en hilera la pomposa, parafernalia de aquellos sepelios.

De los documentos espigados, parece deducirse que lo tuvieron todas las Hermandades y Cofradías, siendo este atributo, por su riqueza o sencillez, exponente de la entidad. En cualquier caso el modelo predominante (el término estandarte significa “estar derecho”) fue en sus orígenes de carácter militar. Es de forma rectangular abierto en dos triángulos y llevando en su centro un óvalo con una pintura de la imagen titular; el escudo de la misma o incluso una placa de Plata en bajo relieve que lo enriquece. Al respecto, debemos reseñar la que ostentan las Cofradías de la Humildad (de 1715); o la del Huerto o más modernas (Soledad, Dolores, Angustias…). También se conservan algunos antiguos como el de Jesús Preso (con la imagen primitiva) salvado del incendio en Veracruz. En todos los casos se recogen en un asta metálica, rematada por Cruz, con un travesaño que lleva en su interior una formaleta, Predominan los bordados sobre terciopelo, enmarcados por cordones con borlas en movimiento. Dos Cofradías de las troncales -Jesús Nazareno y Santo Entierro- conservan, además, los aquí denominados “pendones”. Son piezas antiguas, el del patrón (1877) ha sido recientemente renovado. Mostraba una pintura y la leyenda latina. “Manus ejus potestas et imperium”, procedente del antiguo testamento (“En su mano está el poder y el mando”). Son custodiados por bastones.

Tras los estandartes y filas de alumbrantes, delante de los pasos, aparecían el Cofrade Mayor, Hermano Mayor y Ayudante y algún que otro cargo. Resulta relevante el hecho de que el GRUPO DE MÚSICOS O CAPILLA se colocaba delante de los pasos. Su repertorio era muy reducido (Miserere, Stabat Mater y el “In Exitú” al Santo Sepulcro que aún perdura aunque disminuido. También se citan sacristanes o monaguillos con incensarios e incluso campanillas. Invariablemente, en las tres primeras procesiones, se remarca que se cierran con la CRUZ PARROQUIAL ALZADA con el preste ordinario o párroco, acompañado por ciriales. En ocasiones aparecía la cruz denominada de “manguilla” cilíndrica y con faldón.

En la del Santo Entierro, acompañaban EL CLERO PARROQUIAL DE NEGRO, EL AYUNTAMIENTO, AUTORIDADES JUDICIALES Y JEFES MILITARES, bien de estancia o de mero paso en la población. Eran vestigio de la disposición decimonónica de una procesión única y oficial. Se mantiene, menos jerarquizada, en la del sábado Santo de cada año.

Lógicamente, en las correspondientes procesiones, se incorporaban las Corporaciones de FIGURAS BÍBLICAS E IMPERIO ROMANO, en continuas alteraciones, sin la de fijación y rigor actual ya que la normativa de una ordenación cronológica-evangélica y alegórica la realizó tras arduas conciliaciones LA AGRUPACIÓN DE COFRADÍAS a partir de 1970.

NUEVAS INSIGNIAS O ATRIBUTOS INCORPORADOAS A LOS DESFILES – ORIGEN Y SIGNIFICADO

En los últimos años de la década de los 50 del pasado siglo y primeros de la de los 60, en un clima de crisis generalizada de la Semana Santa que no sólo afectó a nuestro pueblo, (determinado por factores sociales y algunas secuelas, – iconoclastas y renovadoras de la Iglesia – respeto a la Cofradías por el Concilio Vaticano II), se inicia, paradójicamente una revitalización en las mismas, lenta pero firme, con reposición o restauración del patrimonio, abierto a influencia externas y con nuevos presupuestos estéticos.

La Cofradía – entonces aún Hermandad – que actuó como punta de lanza fue la de Nuestra Señora de Amargura, reorganizada en 1944. Además de adquirir nueva imagen titular diseñan un paso de palio de impronta sevillano-cordobesa aportando, no sólo un ordenado y ejemplar desfile de nazarenos, impecablemente vestidos y muy numerosos, sino intercalando numerosas insignias y atributos en el cortejo que resultaron no sólo novedosos y enriquecedores, sino a la larga influyentes. Así, en 1947, la Cruz de Guía – aunque abría el tradicional estandarte – acompañada por faroles; bocinas; Mazas: Estándartines; cojín con corazón doloroso y otros añadidos. Anteriormente también la Cofradía del Santo Sepulcro, en 1926, había incorporado nazarenos con capa y otras insignias ostentando su precioso Cruz de Guía, tallada y dorada, así como otra posterior en el tramo de la Virgen. También el popularísimo “Grupo” de “los Bilorios”, de la hermandad de la Virgen de las Angustias, portaba una cruz con sudario en su estación penitencial.

A continuación vamos a aportar una breve descripción de algunas de esta insignia o atributos, así como su protocolaria ubicación en los cortejos. En realidad han sido las Cofradías nuevas o reorganizadas, la que a partir del año 80, han incorporado estos elementos, enriqueciendo los desfiles, siendo portados por los propios hermanos. Éstos son los principales:

CRUZ DE GUÍA.

Abre la comitiva procesional de la respectiva Cofradía. Parece que se introdujo en la procesión andaluza en el siglo XVIII. Como símbolo supremo de la redención es una cruz latina de bastante envergadura, custodiada por dos faroles de respeto. Suele ser de madera noble, en ocasiones tallada, con cantoneras y rematadas por el INRI, llevando engastada casi siempre el emblema. Es portada por un hermano con el rostro cubierto. Su marcha o detención marca el del propio cortejo procesional, indicando el camino penitente. Así la de la Cofradía de “Las Penas” muestra el lema “Toma tu cruz y sígueme”. Se han generalizado, siendo excepción las que no la poseen. Algunas muy originales, talladas, constituyen obras artísticas de la artesanía local.

SENATUS.

Es un atributo de carácter profano, en forma del lábaro e influencia militar. Sirve para indicar HISTÓRICAMENTE la época en la que transcurre la Pasión de Cristo, en el Imperio Romano, por lo que aparecen las siglas S. P. Q. R., como los banderines de nuestros romanos, coronándose con laureles y el águila imperial con alas desplegadas. También se considera simbólico de una contraposición de poderes con el triunfo de la Cruz. Sólo aparece en dos de nuestras Cofradías: Santa cena y la de la Santa Cruz. Debe ubicarse en el primer tramo

BOCINAS.

Son vestigio de las “largas trompetas sonoras” que describimos en el siglo XVII por lo que su presencia no era de ornato, como ahora, sino para imponer el silencio de las calles al paso de las procesiones. Hoy son piezas de orfebrería engalanadas con rico paño bordado con algún elemento alegórico. En algunas ocasiones aparecen cercanos a la cabecera pero su sitio natural es junto a los pasos. No han proliferado en nuestra Semana Santa

LIBRO DE REGLAS.

Recoge, transcrito en caligrafía artística la regla o estatutos de la Hermandad o Cofradía. Debe ir en los primeros tramos portado por el secretario custodiado por dos varas o bastones. En la actualidad es meramente testimonial, presentándose con suntuosa envuelta de terciopelo, orfebrería o trabajos en piel. En sus orígenes era INSIGNIA IMPRESCINDIBLE que podía ser consultado o auténtica credencial. En alguna de nuestras procesiones aparece como atributo, así como en los correspondientes cultos.

ESTANDARTE Y ESTÁNDARTINES.

El estandarte tradicional, como hemos documentado anteriormente si ha sido insignia procesional en nuestras procesiones desde épocas fundacionales. Aparece en la cabecera, salvo que se haya incorporado la Cruz de Guía. Suelen ser de terciopelo bordados con algunas variantes en su diseño o tamaño, a ser de Cristo o Virgen.

Quizá sea más peculiar la presencia sostenida de los ESTÁNDARTINES que cierran tramos de nazarenos, pertenecientes a los clásicos “GRUPOS” de alumbrantes, en ocasiones cercanos a los pasos. Aparecen bordados mostrando escudos o lemas pasionistas o lemas de las Letanías ante los pasos de Virgen.

Asociados a los estandartes -con cierta ambigüedad en su denominación – podemos encontrar los denominados SIMPECADOS precediendo a Titulares Marianas. Tuvieron su origen en el siglo XVII (“Sine Labe Concepta”) como símbolo de la encarnizada polémica anterior a la proclamación del Dogma Inmaculista (1854). Son de color celeste. Junto al lema aparece una imagen de bulto o en relieve de María Inmaculada, inspirada en los modelos de los pintores barrocos sevillanos. Adoptan formas más recortada y curvas que los estandartes clásicos. Estuvieron muy ligados a los Rosarios. También en la Hermandad del Rocío. Estrictamente no existe ninguno procesional en nuestra Semana Santa, ya que los así llamados Virgen del Amor y de la Victoria presentan representaciones pictóricas de sus respectivos Titulares.

GUIONES.

Son atributos específicos, que proclaman algún carisma, sección especial (juventud) o efeméride destacada de la Cofradía. Tienen formas diferentes, conjugando la orfebrería con paños bordados. En ellos, se inserta la correspondiente leyenda, siendo acompañados por bastones o hachetas. En la Cofradía de la Santa Cena, en su primer tramo aparece el Guión que promulga su carácter Sacramental: “Alabado sea Jesús Sacramentado” – “Sea por siempre Bendito y Alabado”. En el de la Virgen, con un ángel músico en el asta, del coro “Virgen del Amor”.

BANDERA O ESTANDARTE RECOGIDO.

Por influencia sevillana se les denomina “bacalaos”. Son la insignia y enseña principal de las Cofradías. Sobre un cuadrángulo de ricas telas, que casi siempre bordado o con aplicaciones de orfebrería aparece el escudo blasonado de la misma. Se engarza con un asta de orfebrería rematada con una cruz lobulada, recogiéndose con un cordón de oro que lo anuda y recorre longitudinalmente. A diferencia del estandarte clásico, éste es se conduce en posición oblicua sobre el hombro derecho de un nazareno, custodiado por varas o bastones. Debe de aparecer en la presidencia, siempre. En las Cofradías de dos pasos, precediendo al paso de la Virgen. Ya indicamos que los dos más antiguos pertenecen a las Cofradía de Jesús Nazareno y del Santo Sepulcro, habiéndose extendido en otras en la actualidad.

OTROS ATRIBUTOS PASIONISTA O SIMBÓLICOS.

Son aquellos otros que podemos encontrar entre las filas de alumbrantes con motivos representativos o, simplemente ornamentales: LOS “COJINES”: Sobre una almohadilla cuadrada, ribeteado el terciopelo con agremán y bolas doradas, muestra en manos de un Nazareno en el centro del cortejo, algún símbolo pasionista (Cáliz, corona de espinas, corazón traspasado….) Son más de influencia cordobesa y malagueña. En otras ocasiones un PAÑO enriquecido y antiguo, que rodea algún relicario concedido a la Cofradía. De ambos los podemos encontrar en nuestras procesiones. “CIRIALES.”: No han tenido presencia efectiva en nuestra Semana Santa hasta hace muy poco tiempo y aún así muy restringida. Son piezas, normalmente de orfebrería – aunque puede ser mixtos con las astas de madera – con unos portavelas – (su origen primitivo era para iluminar los pasos) que son portados por ACÓLITOS CERIFERARIOS, revestidos con “dalmáticas” de uso litúrgico (eran clérigos los primigenios). Suelen ser cuatro, aunque se pueden reducir a dos o ampliar a seis. En el centro, puede aparecer un “pertiguero” el cual, con una especie de vara dotada de sonoro regatón, ordena al golpearla, la elevación o arriada de los mismos en sincronía con los propios pasos a los que preceden.

También junto a los pasos se sitúan los INCENSARIOS, mecidos por acólitos “TURIFERARIOS o vestidos de monaguillos” estos sí que aparecen descritos, incluso con especial énfasis en nuestras procesiones. El incienso simboliza la divinidad, la realeza y la purificación consagrada, por lo que forma parte del culto, tanto interno como externo procesional. Se sirve en una naveta (receptáculo con forma de pequeña nave). También encontramos con frecuencia las triviales “canastillas”, que itinerantes, guardan o sirven, carbón, pabilos u otros pequeños utensilios.

No queremos dejar de consignar los BASTONES (término localmente más utilizados) o “varas”. Los que las portan responden a un signo de autoridad o distinción honorífica; organización o de escolta de insignias de la Cofradía. Son piezas de orfebrería labrada las más frecuentes; metálicas lisas o con el fuste de madera. Se distinguen porque realzan el escudo o anagrama de la misma (algunos, vulgarmente llaman a esta parte “galleta”). Los más antiguos, que aún conservan las Cofradías troncales, tenían una pequeña reproducción corpórea del titular. En nuestras procesiones lo portan los Presidentes de “grupos”; responsable de tramos; casi siempre con capa distintiva. Los de los cofrades y hermanos mayores, que ostentan la presidencia, suelen ser dorados. En las procesiones sacramentales o de gloria constituyen la representación de la Hermandad o Cofradía.

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Sin ningún tipo de presunción o recurso erudito hemos querido aportar – a instancias, incluso, de Cofradías o “mananteros” interesados – algunos apuntes que pueden acercar datos históricos o de simbología respeto al posible origen y evolución del orden y elementos participante en la procesiones actuales, que se han ido enriqueciendo, en una armonía estética de espectacular y policromada belleza artística, sujetos a itinerarios lucidos y rígidos horarios. Esta predominancia se ha ido imponiendo profusamente, en detrimento a lo puramente religioso-penitencial, alejándolo de aquellas primeras estaciones mortificantes, expiatorias o meditativas de oscuro transitar; absoluto silencio y sobrecogedor musitar de rezos-en los que, tal vez, sólo se escuchaban los ayes y suspiros sobre los crueles azotes de los “disciplinantes” – el redoble de un ronco tambor. A lo más, alguna vez, algún litúrgico motete, se alzaba una voz para cantar una saeta sagitta hiriente y arcaica.

JUAN ORTEGA CHACÓN

2018

 [i] APUNTES HISTÓRICOS-Pérez de Siles-Aguilar y Cano (1874)-“LIBRO DE PUENTE GENIL VOL. I-(1895) páginas 444-445”. Agustín Aguilar, autor de la “EFEMÉRIDES” desde mediados del siglo XIX-quinario (1918)

[ii] Los estudios más extensos y documentados, respecto a las fundaciones y estructuras en Córdoba y provincia han sido realizados y publicados por el profesor D. JUAN ARANDA DONCEL.

Las fotografías aparecidas pertenecen al archivo del autor, Agrupación de Cofradías, Jorge Orestes, de la Colección del Fotógrafo Antonio Linares o aparecidas públicamente en internet o ámbitos semananteros.

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