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La Ermita de la Veracruz, baluarte devocional y enclave semanantero.

En los siempre sugerentes “Apuntes Históricos de la Villa”, se afirma que la Ermita de la Veracruz “… que no es de las más notables ni por su antigüedad ni por su construcción” tiene un profundo significado histórico-devocional para Puente Genil. Resaltan que se inició su reedificación a finales de 1613, rematándose, con una Cruz en su atrio, el veintidós de febrero de 1616. Por lo que en este año se cumplen, exactamente, CUATROCIENTOS AÑOS de la efeméride.

 ORÍGENES Y DATACIÓN HISTÓRICA DE LA ERMITA

 Nuestros insignes historiadores ponen especial énfasis en subrayar que se trata de una REEDIFICACION, ratificando que ya en los padrones y escrituras públicas aparece la calle VERACRUZ, como topónimo acendrado, en 1558, así como en las cuentas de cámara y libranzas de 1565 y 1567 al Hermano Mayor de esa cofradía D. Pedro García Afán.

Es curioso que, frente a la parquedad de datos o el carácter especulativo empleados en la descripción de otros templos, al relatar la fundación Franciscana (1644) de este primitivo Convento, nos ofrezcan un auténtico aluvión de dataciones, muy prolijas y minuciosas. El asentamiento de la Orden (Franciscanos descalzos alcantarinos) se inició tras un largo pleito y serios enfrentamientos, que obligaron a la intervención de las más altas instancias – marquesado y prelado de la Diócesis – con la comunidad de los Mínimos (San Francisco de Paula) establecidos con anterioridad intramuros de la Villa. Al concederles la licencia, se hizo en la Veracruz, entonces extramuros, en el camino de Aguilar. Por considerar poco idónea y distante esta ubicación deciden, con la correspondiente autorización, trasladar el convento a la entonces denominada “Cruz del Berral”, levantando en 1649 el monumental de la Asunción, hoy catalogado como Bien Patrimonial por la Junta de Andalucía (1).

Este “abandono” de la Veracruz resulta claramente perceptible desde un punto de vista arquitectónico. Una mínima atención nos revela algo antitético: Una cúpula o cimborrio, de media naranja, enorme y apoyada en recios paredónes respecto a la menguada longitud del templo. Ésta, efectivamente, ocupa más de la tercera parte, acogiendo a un presbiterio muy espacioso, el cual se presenta muy elevado respecto al plano del templo. Los muros poderosos que la sostienen y el arco toral con que se abre, delatan que sólo se construyó la cabecera y que, en cualquier caso, esta “obra” no tiene nada que ver – es un añadido – con la de la parte delantera que contemplamos. Conjugándo ésto con los datos reseñados parece evidente que, sobre los planos primitivos, la construcción habría de elongarse, como mínimo, hasta el hilo del entonces “camino de Aguilar” que ya nucleaba población.

Así pues la que hoy es plazoleta de acceso – castizamente llamada “Llanete” – sería solar destinado para el culto. Al quedar inconclusa, fue la Cofradía de la Veracruz, allí asentada, devotos y benefactores, los que cerraron el espacio con una obra de menor calidad, construyéndose una santería anexa, levantando una modesta fachada que, con las transformaciones que ahora apuntaremos, podemos hoy contemplar. Recreémonos con esta fotografía, cedida por D. Antonio Illanes, casi bucólica de alrededor de 1930, en ella se aprecian los dos cuerpos del templo. (Foto nº 1)

 Derivado de este hecho la pervivencia y conservación de esta modesta ermita -emblema y argumento esencial del Jueves Santo- ha representado un desafío incesante ante la permanente amenaza de ruína de su obra añadida, que determinaron continuas reparaciones, efímeras y poco solventes, que obligaron a intermitentes periodos de cierre al culto -sólo activado en el periodo cuaresmal por las Hermandades de Pasión – agravado por las terribles secuelas de la guerra civil. Incluso en un momento resultó un espacio codiciado con avidez por intereses financieros, dada su privilegiada situación en una calle de Aguilar, que ha sido emporio comercial durante muchísimos años, al vertebrar los barrios alto y bajo.

 La suerte que corrieron la Piedad y el Calvario; la Caridad o Santa Catalina, planeó en más de una ocasión sobre esta ERMITA, tan señera y evocadora, que no pecamos de presuntuosos al afirmar, rotundamente, que si se mantiene en pie es por el celo de la Parroquia de Jesús Nazareno, desde que se erigió como tal y, sobre todo, por la lucha abnegada de las Cofradías allí residentes y de la Semana Santa en general.

 UN DOCUMENTO INVENTARIAL DE 1914

Se han suscitado polémicas cuestionándose los orígenes, así como arbitrarias valoraciones del patrimonio cofradiero y artístico de esta ermita, tanto de lo que persevera como de lo desaparecido. Hace algún tiempo tuvimos acceso a un inventario, esquemático pero sustancial, realizado en 1914 que nos permite datar la situación de la misma, antes de los sucesos de 1936. A ello sumaremos los recuerdos y memorias fidedignas de primeros de los años cincuenta en los que dimos los primeros pasos, de la mano de mi inolvidable padre que tanto luchó por ella por inveterada vinculación familiar. Con ello podremos cotejar lo perdido o transformado, respecto al consolidado estado actual, flamante, pero en gran parte evaporado su halo vetusto de piadoso santuario, así como los expolios y “reformas” realizadas, con más de un siglo de perspectiva. Veamos el documento.

En enero de 1914 el obispo gerundense don Ramón Guillamet, -que en noviembre había tomado posesión de la Diócesis de Córdoba en sustitución del recordado Pozuelo Herrera y en la que permanecería hasta 1920 – ordenó, mediante un edicto, que se realizara un inventario-relación en todos los templos y edificios dedicados al culto de la capital y provincia, con indicación expresa de su ubicación; elementos arquitectónicos, dependencias imágenes, retablos y objetos de arte, así como los cultos y oficios celebrados o la existencia de Patronatos u Órdenes religiosas. En esta fecha es sabido que en nuestro pueblo sólo existía una Parroquia – la de la Purificación pues la de Santiago, de Miragenil, aún era de la Diócesis de Sevilla – que trasladó la orden a la Veracruz considerada Iglesia filial. El documento redactado al respecto lo realizó el encargado de la misma – en su calidad de “santero”, según hace constar – don Manuel Mediano Moyano, rubricando con fecha 1 de marzo de 1914, en plena Cuaresma, conteniendo veinticinco apartados (Foto Reproducida portada y firmas).

En el terceno de ellos -“condiciones de la fábrica” del edificio – el señor Mediano hace una correcta descripción, no exenta de apreciaciones técnicas o valoraciones histórico-artísticas que tanto por el lenguaje empleado; claridad de ideas; cultivada caligrafía y ortografía correcta, nos permiten considerarle como persona bastante culta y versada para la época. En su informe señala que, aunque se ignora la fecha de edificación, “… Consta que existía ya en el año 1555”. Con exactitud anota las medidas tanto longitudinales como de superficie; las partes (presbiterio y nave); dependencias; puerta y fachada exterior, que considera “decente y limpias“. Aún no se había llevado a cabo la reforma de la espadaña (1928) citando con sutileza “…. Tiene un campanario en forma de arco en la que hay una sola campana, cascada; correspondiente Cruz de hierro”. Precisa que en ella se celebra el “Santo sacrificio de la misa”, considerando la fábrica “bien conservada”.

En el apartado cuarto se describe la sacristía, locales contiguos y, curiosamente, el vecindario, de alguna manera concordante con el actual. Así, adosada a la plazoleta, se sitúa la casa de don Joaquín Abaurre (habitada en ese momento por don Miguel Bailón) y en la calle Veracruz, la de D. Juan Velasco Sánchez. También la santería, precisando que a los “santeros” corresponde la custodia y limpieza del templo, especificando sus labores y calendario.

El presbíterio se describe, (enmarcado por una balaustrada de madera pintada, que conocimos y puede apreciarse en las fotos) separado por tres escalones del recinto cultual, destacando la escasez de mobiliario, tanto para “oficiante” como fieles, que fija en tres sillones y dos bancos “en regular estado”. (Para los cultos se llevaban sillas, alquiladas o reclinatorios particulares, que aún recordamos).

Quizás lo más significativo, al propósito que nos guía, sea la descripción de altares e imágenes existentes en el momento, ya que resulta más detallista de lo reflejado en los “Apuntes Históricos”, respecto al contenido del templo en los primeros años del siglo XX. El santero Mediano relaciona cinco altares. Atendiendo a lo que debió exigírsele, para todos utiliza la muletilla: “.. Que no están consagrados ni son de patronatos ni privilegiados; ni guardan cuerpos de santos o reliquias insignes”. El mayor, en el que se veneraba la SANTA CRUZ, como titular del templo, lo define como de “madera tallada y orden corintio” (sec). Como sabemos llego a la Veracruz en 1877, procedente de Jesús Nazareno, siendo obra de Pedro de Mena y Gutiérrez (1765). En él sitúa, insertas en ménsulas bajo arcos, las imágenes de San Simeón (actualmente en la Parroquia de Jesús), y la de San Juan de la Cruz, desaparecida en los sucesos de 1936. A ambos lados de este retablo, en las toscas peanas de yesería conservadas, se sitúan dos Imágenes: la Virgen de la CANDELARIA (de candelero y vestir, cuyas manos-apunta- “están muy deterioradas” y la de JESÚS RESUCITADO, “de madera tallada”.

Permítasenos aquí un inciso para precisar algunas cuestiones: Hipotéticamente creemos que esta imagen de la Candelaria pudo llegar, procedente de la Purificación, junto a la de San Simeón. Ambas formarían parte del altar mayor primitivo, antes de la reforma (1873-1876) y erigirse el actual tabernáculo central. Aunque fue destruida en 1936 ha seguido sustentando la devoción, sin imagen de la hermandad que cada dos de febrero la celebra con la tradicional imposición de las clásicas “rosquitas”, con fotografía recordatoria ante la puerta de la ermita. Es de talla completa, estofada y de magnífica factura, la de San Simeón que debió componer el “misterio” junto a San José (Apuntes Históricos pág. 269). Salvada en 1936, se venera en la Parroquia de Jesús Nazareno, crucero de la Virgen de los Dolores, habiéndose suplantado el Niño Jesús original, demandando una urgente restauración. La de San Juan de la Cruz resultó destruida. Debió de llegar desde la Purificación junto a otra de San Marcos, procedente de la extinguida ermita del Calvario. Ésta es talla completa que hoy se conserva, burdamente transformada en S. Judas Tadeo, en este retablo. La del Resucitado -fechada en 1636, atribuida a Alonso de Mena- recibe culto en la Parroquia del Carmen, como titular de la Cofradía del mismo nombre desde 1950. Los “Apuntes Históricos” (pag. 334) la situaron originariamente en la Concepción.

Volviendo a la “relación” de 1914 se describen los altares laterales: En la nave derecha del Evangelio, se veneraba, como en la actualidad, una magnífica talla de Jesús Preso (por la fotografía conservada y opiniones autorizadas podría adcribirse al círculo granadino de los Mora) que presidía un excelente retablo barroco, de madera tallada fondeado en gris y ribeteado en oro, donado por Doña Juana Rosa López Palomero, el cual sobrevivió a la guerra y que, en un acto de lamentable irresponsabilidad, se sustituyó por un austero nichal de contraestilo. En el siguiente -realizado en estuco policromado, con volúmenes y trazas muy artísticas- estaba la imagen de vestir de una Virgen de los Dolores también advocada del Socorro, que cerraba la procesión del Jueves Santo. (Foto 3.). En la actualidad lo ocupa la Virgen de la Veracruz.Ante ambos altares, en la relación, se sitúa un púlpito, el que llegamos a conocer, desaparecido en una de las reformas, tras los cambios litúrgicos.

Al otro lado de la nave (Epístola) se encontraba -comunicandose a la sacristía en amplio camarín- el altar, también de yeserías policromadas, del Señor Amarrado a la Columna con la nueva imagen llegada en 1908. Es el que actualmente ocupa la Virgen de la Esperanza. El último de este lateral, donde hoy recibe culto la Virgen de la Piedad, lo ocupaba – según la popular nominación del Sr. Mediano – “los Santos de la Cena“, que define como “imágenes de vestir”. Éstas, como sabemos, perecieron en los sucesos de 1936. Habida cuenta de las angostas dimensiones del camarín habrían de ser pequeñas y aparecer arracimadas

En otro orden de cosas, el Santero, hace constar que la Iglesia “no tiene Sagrario” (debía de llevarse o consagrarse el Santísimo para los cultos); que no se guardaban santos óleos; que no existían monumentos sepulcrales, baptisterio, ni confesionarios. Sí subraya la existencia, conservadas, de “… Dos pilas de agua bendita. Constantemente hay agua en ellas, son de piedra y semanalmente se limpia y se renueva el agua”. Ubica la existencia de “un coro alto para los cantores sobre el cancel” del que manifiesta, “sin órgano”. Éste lo llegamos a conocer en su función, desapareciendo en la reforma de 1970 al ampliar las puertas.

Llama poderosamente la atención que en tan prolijo inventario no aparezcan los cuadros –”Flagelantes”, Virgen del Rosario y San Francisco Solano – mencionados en los “Apuntes Históricos”, salvados en 1936 como detallaremos. Sí se consignan en un epígrafe los “CEPILLOS” (era el nombre aplicado a unos huecos profundos, empotrados en la pared, con una ranura en la que los fieles depositaban limosnas). El santero cita textualmente: “sólo hay uno, el cual está fijo (…) Que se dedica al culto del Señor de la Columna(…) Tiene la llave del mismo el cofrade don Francisco Ortega Montilla, que suele recogerlo una vez al año“. Era nuestro tío abuelo (mártir seglar en proceso de beatificación) que lo fue desde su nombramiento en 1900, hasta 1936. En su domicilio de la calle Aguilar número 15, custodiaba todos los archivos de la Cofradía y ermita, perdiéndose en el desolador incendio.

El Santero Mediano constata la existencia de una sacristía “mal de obras” en la que, anecdóticamente, sitúa una “cómoda apolillada”, así como el “lavamanos con su correspondiente toalla“. En objetos de culto acredita “un cáliz de plata con su patena“; inventariando, un dato de interés, por lo que supone de vinculación histórica de la cofradía: “otro cáliz con el Cristo de los Valientes”. También sitúa en ella una “estandartera” con los del Preso y Santa Cruz.

En los últimos apartados reitera. “… No hay renta alguna; beneficio ni capellanía; cementerios, ni sacerdote adscrito“. Y una cita, que estimamos reveladora, pues viene a contestar a alguna de las rotundas afirmaciones que preteden cuestionar -al no celebrar la entonces festividad principal a esta cofradía como Veracruz.” Así en el apartado de funciones religiosas se informa, textualmente: “en esta iglesia suele celebrarse todos los años la fiesta de la Santa Cruz el tres de mayo además de los Quinarios”. Esta fecha no tenía el carácter actual de “Semana Santa chiquita“. Le escuchamos a nuestros antepasados, ligados desde tiempo inmemorial a la cofradía y ermita, que se celebraba este día una verbena en calle Aguilar en el entorno de la Veracruz. (Así se sigue haciendo en Aguilar en el “Llano de la Cruz” por su cofradía).

 Es ésta, resumida en su contenido esencial, la “relación” como “Iglesia filial”, la cual se remitió a la Secretaría de Cámara y gobierno del obispado con fecha de 1 de marzo de 1914, rubricado por el mencionado Manuel Mediano, del que poco o nada sabemos.

 Si cotejamos este inventario con lo descrito en los “Apuntes Históricos” (Pag 333-334) se advierten pocas mutaciones. En el “libro de “Puente Genil” (1895) de Aguilar y Cano sólo se citan, sin fecha, las restauraciones de la imágenes del Preso y la primitiva de la Columna por Domingo Espelta. Se omite la existencia, junto a la puerta de entrada, de un armario alto, de madera, herméticamente cerrado, donde se guardaba el valioso templete del señor de la Columna. Gracias a ésto se salvó de la destrucción.

Como resumen gráfico adjuntamos estas, poco conocidas, fotografías del paso de Jesús Preso. Debieron realizarse en 1930 o el posterior, pues ya aparecen los sayones incorporados ese año al suprimir el palio. Pese a sus limitaciones nos permiten contemplar, no sólo su nueva impronta, sino el altar mayor, al fondo, con la Santa Cruz y en su ángulo derecho los cuadros. También, aunque incompletos, el púlpito y porte del retablo perdido. (Fotos 4 y 5)

LA GUERRA CIVIL: EXPOLIO PATRIMONIAL. SITUACIÓN RUINOSA DEL TEMPLO

En consecuencia podemos establecer que los expolios y mutaciones advertidos en la actualidad o de cómo la recordamos en los años cincuenta, fueron como consecuencia de los sucesos ocurridos. O secuelas ruinosas del mal estado del edificio. Respecto a los primeros -sin ningún propósito de reabrir heridas más que cicatrizadas- tuvieron lugar en la trágica jornada del 23 de julio de 1936, como resultado del asalto de una columna de milicianos, procedente de Málaga, que, tras duro forcejeo, reintegraron la ciudad a la zona republicana. Según testimonios, contrastados, de personas que vivieron, horrorizadas, aquellas escenas, tras llegar por ferrocarril a la Estación, donde desolaron la capilla del Carmen, asaltaron la del “Asilo” (donde se veneraba la imagen primitiva del señor de la Columna como “Ecce Homo”) bajando por calle Aguilar y saqueando la ermita. Frente a algunas afirmaciones, ésta no fue incendiada, sino que optaron por amontonar en el “Llanete”, todas la imágenes y objetos del culto que encontraron en los altares, empezando por el mayor donde se encontraba la Santa Cruz, conocída popularmente como de “Los Albelda”; la valiosísima imagen de Jesús Preso; la denominada Virgen de los Dolores de la Veracruz; los Santos de la Cena”; la Virgen de la Candelaria y el San Juan de la Cruz; inventariados. No encontraron la del Señor de la Columna gracias a que, con suma audacia, los santeros María del Carmen Rodríguez Hurtado y su hijo José Bascón Rodríguez, la ocultaron en el sótano, serrándole previamente los pies y envolviéndola en un colchon, por lo que se pudo salvar, así como el singular templete.

Tras un patético simulacro de “fusilamiento” a Jesús Preso -del que en última instancia se indultaron a los “sayones”- imágenes y ornamentos se amontonaron en una enorme pira, a la que se prendió fuego con gasolina. Se afirma que uno de los angelitos del Preso fue arrancado de la profanante “hoguera”, permaneciendo guardado con veneración, por una familia. También se conserva, como reliquia, un trozo con uno de los remates de la Santa Cruz. Lo demás fue pasto de las llamas o expoliado. ¡Unas pérdidas dolorosísimas e irreparables.!

Por azar o por motivos inexplicables se salvaron, sin daño, las imágenes del Resucitado y la de San Simeón antes descritos. La primera, tras diversas restauraciones, recibe culto en la Parroquia del Carmen y la segunda en la de Jesús. El testimonio más elocuente lo ofrece esta fotografía que adjuntamos publicada en el documentadisimo libro “La Purísima”, por gentileza de Clemente Rivas. Es prueba irrefutable del estado en que quedó la ermita tras el devastador asalto. Echamos en falta, además del púlpito y la balaustrada que conocimos, unas cornucopias sobrepuestas al retablo, cuyo destino desconocemos. (Foto 5 Veracruz tras la Guerra).

Aquella terrible jornada, continuó, con especial saña, calle Aguilar abajo, hasta la casa donde habitaban y tenían un establecimiento de papelería y artículos religiosos, don Francisco Ortega Montilla (Cofrade mayor del señor de la Columna y de Nuestra Señora de las Angustias) y su esposa, doña María Antonia Vergara Melgar, camarera de ambas Hermandades, que fueron asesinados e incendiada la vivienda con todas sus pertenencias, desapareciendose asi archivos y documentos de incalculable valor. También fueron cuantiosas las pérdidas patrimoniales en el santuario de la patrona y parcialmente, en el de Jesús Nazareno.

 RECONSTRUCCIÓN PATRIMONIAL – TRANSFORMACIONES Y REFORMAS – ESTADO ACTUAL.

El balance de daños – tanto de índole humana como artística- resultaba estremecedor para la Veracruz y sus cofradías. A excepción de la de la Columna, que salvó su imagen y el valiosísimo templete procesional, las otras Hermandades quedaron no sólo desposeídas de su patrimonio, sino en total orfandad, sin ni siquiera poder rezarr a sus Titulares. Con el luto en el alma y lágrimas en los ojos; herido el corazón por la pérdida de seres queridos, intentando sobrevivir a una larga guerra de incierto resultado. Y una ermita profanada, expoliada y vacía. ¡Tantas cosas perdidas para siempre!, ¿Cabía pensar en la Semana Santa? ¿Volvería alguna vez aquel Jueves Santo deslumbrante y bullanguero de los años veinte? Gracias a la generosidad de la Corporación de “LOS MACABEOS”, ofrecemos esta fotografía, casi inédita. Resulta testimonial y no exenta de detalles anecdóticos: Acaba de salir, aún bajo palio, Jesús Preso. Observamos un ventanuco, sobre la portalada desde el que los santeros lo contemplan. No se había abierto aún el óculo de la fachada, por lo que es anterior a 1928. Se organizan los hermanos con largos cirios. Predomina la chiquillería. Y lo más importante; doblando la esquina hacia la calle Veracruz podemos apreciar el ÚNICO DOCUMENTO FOTOGRÁFICO, que incompleto, que conocemos de la SANTA CENA destruida, sin reposición -aunque con otras estructuras y día de salida – hasta 1984. (foto salida Preso con Santa Cena).

La Cofradía de la Columna asumió ser punta de lanza, tanto en el resurgimiento del Jueves Santo como en la reconstrucción de la expoliada ermita. Para acercarnos a tan dramático y heroico periodo me remito su primer libro de actas (destruidos los anteriores) que abarca desde 1937 a 1960. Como una constante invariable siempre aparece la atención prioritaria a las carencias del templo, paralizando, incluso la restauración cofradiera. La Hermandad de Jesús Preso adquirió una primera imagen (1942) sustituida por la actual (1945). También se repuso la dolorosa (1941). No se logró pese a los denodados esfuerzos, la restitución de la Santa Cruz ni de la Cena.

El primer cabildo – en hora tan anómala como las cinco de la tarde – tuvo lugar el 6 de marzo de 1937 con todos los frentes de guerra abiertos. Fue precedido por largos rezos: siete Padres Nuestros y Ave Marías. Sólo se relatan los sucesos y pérdidas, con especial atención a la muerte trágica del Cofrade mayor y otros hermanos. Como es sabido ese año hubo una sola procesión del Viernes Santo por la mañana, en la que participó el Señor de la Columna. Tras la Semana Santa, en la misma ermita, se celebra cabildo para la elección de junta directiva valorándose “in situ” las enormes pérdidas. En él se da cuenta de que los cuadros (especialmente el de los “Flagelantes”) se habían depositado, previsoriamente, en la Victoria y de su retorno. El principal acuerdo es aunar todos los esfuerzos para la restauración del templo (reparación de puerta, luz eléctrica ….) contactando con las demás Hermandades. Que el estado era indecoroso y amenazante, lo revela el hecho de su cierre al culto y que las celebraciones de los cultos Cuaresmales tengan lugar en la Parroquia de la Purificación, en el Convento e incluso, tras su restauración, en la Concepción.

 En 1942 -habida cuenta de que la reorganización de la Santa Cruz no se materializa  – se coloca, con el permiso de la Autoridad Eclesiástica, al Señor de la Columna en el Altar Mayor. Repuesta la nueva imagen del Preso ocupa su camarín con retablo así como la Virgen- advocada en 1946 como Esperanza- pasó a ocupar el amplio camarín de la Columna.

Pasada la semana Santa de 1942 la situación estructural del edificio -con permanentes amagos de hundimiento de la techumbre del coro y cuerpo añadido a la fábrica primitiva – se hizo crítica, acordándose una inmediata y urgente reparación, con mayor envergadura de lo previsto. Esto obliga a adoptar decisión de efectuar la salida de los pasos desde el Santuario de la Concepción, ampliando para ello la puerta lateral de la calle Aguilar. Así se efectuó en 1943 incorporando a la procesión del Jueves Santo -durante unos años- al crucificado que se veneraba en la capilla del baptisterio de la Purificación, con la advocación de “Cristo de las Aguas”. Es el actual del Calvario. Ya lo había hecho antes Jesús Preso y en 1946 la Virgen de la Esperanza (Foto número 9. Columna en concepción.) .

 La ermita permaneció cerrada al culto con inacabables reparaciones y consultas técnicas, inmersa como estaba la nación en una lamentable penuria económica, aguzada por la falta de materiales de calidad. La sombra de la demolición por ruina, enajenación y posterior venta, en una zona entonces emergente, planeó sobre sus centenarios muros, con atisbo de impotencia, de unas Cofradías en precario.

Esto empieza a cambiar de signo a partir de 1952 por el impulso del ejemplar Cofrade Mayor D. Cristóbal Ortega Reina -que lo fue entre 1937 a 1981- secundado por las otras dos Hermandades, benefactores y el respaldo del sacerdote D. Felix García Sastre. En 1953 y 1954 se celebra el quinario en el Convento (Hospital regentado por las RR. M.M. Mercedarias) pero en 1955 ya tiene lugar en la ermita -“rezado y sin orquesta“, según aparece en la actas- saliendo de ella la procesión, reabriéndose al culto en 1956.

 Se crea una comisión específica para el mantenimiento del edificio. En 1960 se acometen diversas obras encaminadas a la adaptación de nuevos espacios dado el tamaño creciente de los pasos. Se elimina la balaustrada de madera; el comulgatorio y otros elementos del presbiterio, aunque persisten los problemas relacionados con las techumbres.

Veamos, de otra parte, las imágenes incorporadas: De Santa Catalina, abandonada y en total ruina, llegaría por estos años, la piadosa y venerada imagen de la VIRGEN DE LA PIEDAD, de ancestral devoción, que desde entonces ocupa el altar, -embellecido- por de los “santos de la cena” . De aquella o de otro clausurado llegó un San Francisco de Asís- con lo que recobraba su raíz Franciscana- que se colocó en el altar de la Dolorosa. Más tarde, en 1974, la Cofradía de la Columna incorporó como cotitular a la VIRGEN DE LA VERACRUZ. Para ponerla al culto se abrió una modesta hornacina en el presbiterio que, (hoy la ocupa el San Francisco) trasladándose, en 1985, al notable retablo de yeserías policromadas en el que actualmente recibe culto. De otra parte, al eliminarse el armario que contenía el templete, se liberó un espacio. En él tras una superficial restauración, se colocó, en 1978, enclavado en severo dosel, EL CRISTO DE LA SANGRE, crucificado de finales del Siglo XVI, primitivo titular de la Cofradía.

Un problema adyacente se planteó por el reducido espacio ante las nuevas dimensiones de los pasos. Hasta los años cuarenta eran portados a hombros, apoyándose en las tradicionales horquillas, sin bancadas, lo que hacía fácil su entrada y salida por la angosta puerta. Al colocarse éstas obligaban a que tanto el Preso como la Esperanza -en principio sin palio- tuvieran que salir arrastrándose, completando su exorno en el “Llanete”. Mucho más arriesgado lo era para el paso de Señor de la Columna por la altura del templete ya que había que sacarlo a “pulso” y antiestética mente, acoplarle la bancada en la puerta. Y viceversa a la entrada. La situación se agravó aún más, mediados los años 60, en los que, tanto por la crisis económica como por la falta de “insignias” o “bastoneros”, se generalizó la mecanización de los pasos con ruedas. Ésto determinó una solución drástica: derribar el coro, con supresión de los pilares sustentantes, elevando el vano de las puertas. Después de algunos titubeos se iniciaron las obras, que también afectaron a los interiores. El año 1970 estaba previsto su “estreno”, pero la lluvia torrencial impidió la salida procesional, verificándose en años posteriores, intensificándose el culto y el enriquecimiento patrimonial. Así, en 1995, se restauró el histórico cuadro de los Flagelantes. (Foto del Señor de la Columna saliendo)

 Fue sólo una tregua, con continuos retoques de mantenimiento. A mediados de los años 90 se produce una amenaza -esta vez irreversible- de desplome total del primer cuerpo, provocado,-según el informe técnico- por la obra anterior. Esto conllevó, en 1996, su cierre al culto, emprendiéndose unas obras urgentes pero definitivas, sufragadas con el apoyo de la Parroquia y de la Diócesis, con la ferviente colaboración de las Cofradías, benefactores y cuestación popular, reabriéndose el Jueves Santo de 1997. Estas transformaciones afectaron sustancialmente a su interior, modernizándose: nueva solería, zócalo e iluminación, algunos de dudosa estética. Perdió así, para salvarla de la demolición, su adorable austeridad y aura romántica. Y a la fachada exterior, suprimiéndose la santería por la que se accedía al templo. En 2008 -CDL aniversario de la Cofradía de la Veracruz- se colocó un artístico retablo cerámico con sus Titulares obra del artista trianero Ruíz Gil, que en 2009, los completó con los de Jesús Preso y Virgen de la Esperanza.

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Hoy, tras tantas vicisitudes, la seguimos contemplando, desafiante en su timidez, cuatrocientos años después de su reedificación. Como un pequeño obsequio se le ha renovado, realzando su tenue luminosidad, la pintura y ornato de interiores. El “Llanete” al que asoma se ha “remozado” con “higiénicos” elementos urbanísticos. La calle de Aguilar, ya ha tiempo que dejó de ser camino. Ha perdido su primacía comercial, cambiando su “rol” por zona de ocio y doméstica “movida”. La desfiguran algunos edificios adefésicos y -hundidos en acto de servicio- los adoquines de su calzada. Mientras, ajena a los vaivenes del tiempo y sus “moliendas”, humilde, pero poderosa, se alza la ERMITA -Mi Ermita- de la VERACRUZ, como albo bastión de una Fe Popular inquebrantable; reliquia viva de una historia común e insigne baluarte de Nuestra Semana Santa.

 Juan Ortega Chacón

  • En la cronología y dataciones histórico-artísticas se han tenido presentes, entre otras, las siguientes obras: “Corografía histórico-estadística de la provincia y obispado de Córdoba (1870)-“Apuntes Históricos de la Villa de Puente Genil” -Aguilar y Cano – Pérez de Siles (1874) – “Puente Genil Monumental”- Jesús Rivas Carmona (1982). Actas de la Cofradía de la Columna.
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