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Rituales y Tradiciones perdidas. La Bendición de Jesús – Desfiles y Bastoneros – Los Vivas (I)

RITUALES Y TRADICIONES PERDIDAS: LA BENDICIÓN DE JESÚS – DESFILES Y BASTONEROS – LOS VIVAS (I).

La Semana Santa es un encuentro anual con la historia latente, documental o legendaria, de cada pueblo o ciudad: Con aquella casa en que naciste, ya derruida; con aquel patio o corral ya arrasado; con aquella plaza o calleja donde encontraste el primer amor o despedisteis, entre lágrimas, al padre o a la madre, o aquel vecino con el que te criaste …. La “escuela” ya tampoco existe, ni aquel caserón, destartalado y ruinoso, donde fundasteis aquel “grupo”: el primer cuartel con aquellos amigos, de los que no has vuelto a saber…. Pero sí están la Parroquia; la ermita y aquellas Imágenes benditas que te convocan, a las que rezaste en tus primeros balbuceos. Por eso es el reencuentro íntimo, contigo mismo, siempre a través de ritos y tradiciones en el polícromo escenario de unos días santos.

RITOS Y TRADICIONES son los elementos sustentantes. Muchos, en la lógica evolución, se mantienen incrustados, en la memoria colectiva. Algunos en la selectiva de unos pocos; pero son más los que lamentablemente, al ser considerados arcaicos o antiestéticos, han desaparecido.

Vamos a intentar en este año, que cierra la segunda década del segundo milenio (con el propósito -D.M.- de continuarlos en el próximo) rescatar del olvido algunos de los perdidos, e irrecuperables. Unos son rescoldos de una memoria infantil ya amarillenta, otros de descripciones literarias, documentales o cantadas – y contadas – por aquellos que nos precedieron, que resultan testimoniales, aunque ya sólo sean cenizas.

LA BENDICION DE JESUS NAZARENO

Como quiera que en este año se cumple el CDXXV aniversario de la fundación de la Cofradía de Jesús, vamos a acercarnos a uno de estos rituales desaparecidos, que no llegamos a conocer, que fue común y aun manteniendo en pueblos cercanos, incluso en ciudades capitalinas de fuste semanantero – La Bendición del Nazareno- evaporada de nuestra memoria. Valgan algunos ejemplos de pervivencia: En el vecino Aguilar de la Frontera, su venerada y valiosa Imagen la imparte hasta en tres ocasiones (el Viernes de Dolores como prólogo pasionista y el Santo en dos momentos culminantes). Así con ceremoniales sobrecogedores, tienen lugar en Priego, Lucena e infinidad de lugares, esparcidos por Andalucía y otros puntos de España.

De las Semana Santas más renombradas, quizás la más aquilatada en esta tradición sea la de Málaga, en la que es sobradamente conocido el ceremonial por el que Jesús “El Rico”, mueve su mano bendicente para liberar a un preso o, en plena Carrera Oficial, ante una inmensa y ferviente multitud, la solemne bendición al pueblo del Nazareno del Dulce Nombre de la Cofradía de la Esperanza, escenificando el paso desde 1609.

No faltan quienes consideran estos rituales como trasnochados, teatrales, sensibleros e incluso “catetos”, ganados por estéticas más canónicas y atildadas, pero que aún tienen vigor con escenas conmovedoras: Manifestaciones de una Fe, rotunda, limpia y acendrada. Trataremos de aproximar algunas dataciones que nos permitan reconstruir algunas referencias de este ritual, que debió de ser esencial del Viernes Santo con la bendita Imagen de nuestro ·Terrible”.

En el libro editado por la Cofradía de Jesús Nazareno en 2003[i] con un estudio detallado del profesor Villar Movellán, se apunta la fecha de 1664 en la que un tallista – escultor de Montilla, Juan Cueto – procedió a dotar de movimiento mediante mecanismos articulados, a las imágenes de la cofradía para la escenificación de lo que se consolidaría como “Sermón del Paso”, por lo que invita a pensar que incluyera al Nazareno para impartir la bendición. Esto es patente por las huellas que se advirtieron en la talla en posteriores restauraciones. Así podríamos conjeturar que fuera en el último tercio del siglo XVII cuando aquí se oficializó, generalizado en muchos lugares.

Cronológicamente, en los “Apuntes Históricos” de Aguilar y Cano-Pérez de Siles 1874 no encontramos precisión al respecto. Sí en la descripción del “Paso”: “En la Plaza Nacional se suspende la marcha durante la predicación de un sermón alusivo al acto, en el que SE HACE INTERVENIR A LAS IMÁGENES”. En una nota se aclara que antes había otro “Sermón” al salir de la ermita y concluye; “Hasta las TRES DE LA TARDE NO TERMINA ESTA ESTACION” Hemos resaltado con mayúsculas dos puntos de la cita porque evidencian que se hacía el ritual y el horario de la procesión.

Al propósito que nos guía, sí nos parece mucho más concreto y documental lo que aparece en 1899 en un opúsculo titulado “Semana Santa en Puente Genil” editado por la imprenta de M. Galvez en el que se describen, con bastante detalle, las procesiones a finales del siglo XIX[ii]. En el encontramos: “A la entrada de esta procesión en su ermita, que es ENTRE LAS TRES Y LAS CUATRO DE LA TARDE, se repiten los “Vivas” y LOS BRAZOS DE JESUS, QUE TIENEN MOVIMIENTO, BENDICEN AL PUEBLO”. De esta cita podemos deducir dos aseveraciones: La primera que en los últimos años del siglo XIX y primeros del XX, este ritual estaba vigente, y segunda, que era a manera de “Despedida”, en el encierro, lo que no descarta también se efectuara en el “Sermón del Paso”.

Lo siguiente en el tiempo, nos lleva a la verdadera “biblia del mananterismo”: El “LIBRO DE MIGUEL ROMERO de 1911. Pese a la minuciosidad de sus descripciones ésta resulta ambigua. Renuncia a hacerlo de la “Diana”, calcando el texto de Aguilar y Cano. Solo aparece: “Jesús Nazareno, que bendice a su pueblo al clarear el día“, encontrándose, de manera prolija, en Santa Catalina y las “REVERENCIAS” de las que tangencialmente, nos informa de otro rito perdido de las FIGURAS: “Van llegando unas tras otras simulando esculturas (…) caminando lenta y majestuosamente hasta colocarse ante el Nazareno, donde se detienen y RODILLA EN TIERRA presentan el martirio o atributo (…), retirándose después de una profunda reverencia a ocupar su puesto en la procesión”. Más tarde pormenoriza el ceremonial del “Sermón del Paso”, reseñando el encierro sin aludir a la Bendición.

No hemos podido encontrar una fecha exacta, ni la posible causa de la desaparición del ritual. Las lagunas en los escasos medios informativos o la falta de relevancia, por reiterativo, del propio acto, junto a las turbulencias ideologizantes de las primeras décadas del siglo, pudieron relegarlo. También un posible deterioro del mecanismo, o los primeros atisbos de cambios estéticos en la Semana Santa. Mi querido padre con permanentes vivencias semananteras en su círculo – nacidos en los primeros años del siglo pasado- recordaban, sin precisión de haberlo llegado a conocer “de niños”, lo que podría llevar al inicio de los años veinte (¿). Las agitaciones y la tragedia de la Guerra Civil, acabarían arrinconándolo en el total olvido. En cualquier caso, resulta algo extraño el “silencio lírico”, en un pueblo tan fecundo en temas semananteros, pero no hemos encontrado testimonios certeros. Solo ecos de recuerdos y rotas añoranzas.

Salvo lo que ocasionalmente pudiera aparecer en “El Aviso” (1911-1931) es la revista “INDUSTRIA Y COMERCIO”, que apareció en 1923, editándose, con algún leve intervalo, hasta 1965 el único vestigio literario específico. Editaba dos números cada año en las vísperas de la Semana Santa y la Feria de Agosto. En realidad, era una galería comercial, en la que, entre los anuncios, se intercalaban algunos artículos literarios; fotografías con clichés anticuados y numerosas poesías dedicadas a Imágenes de las cofradías o momentos de la Pasión de autores locales o consagrados. A ella vamos a recurrir porque, aunque no consta que fuera dedicada a nuestro NAZARENO, si creemos que recoge el SENTIMIENTO Y RITUAL de ese momento perdido, aparecido en los años cuarenta en el poeta NARCISO DIAZ ESCOBAR[iii] dejándonos el alma herida de una fe sencilla en tiempos remotos:

LA BENDICION DE JESUS

Nunca podré olvidar aquel momento

que Jesús a mi pueblo bendecía

y en que la muchedumbre se rendía

uncida por un solo pensamiento.

Con leve arrullo suspiraba el viento.

Mas hermosa la luna aparecía;

con más fuerza el corazón latía

a impulsos de un piadoso sentimiento.

Feliz es el pueblo que en su seno

Como prenda de amor al Nazareno

la semilla de su fe al Cielo lleva.

¡Bendita sea la tierra que así siente

que sabe en su grandeza ser creyente

y limpia el alma, su plegaria eleva!

LOS DESFILES PRELIMINARES

Aún llegamos a conocer “algo” más mermados, el ritual de los llamados “Desfiles” que tenían lugar como preludio de las procesiones de cada día, antigua reminiscencia de la “llamada” para convocar a los hermanos que habían de participar en las mismas. Se iniciaban unas dos horas antes de la salida de los pasos. Los encabezaba “la campanita”, tañida, incesantemente por el campanillero, con túnica de la cofradía matriz, que habría de hacer estación. Figuraban todas las banderas, estandartes y elementos del Guión procesional. Tenían principal presencia los “bastoneros”, – también llamados “insignias” – que habrían de llevar los pasos, con sus túnicas correspondientes y formados. Primitivamente lo hacían portando las “horquillas”, que sostenían los pasos, a pulso, antes de colocarse las “bancadas”. El golpeo férreo de sus cantoneras, sobre el tosco empedrado de las calles, debía provocar un efecto, solemne y acompasado, que se mezclaba con el dulce tintineo y los fervientes “vivas”, que dedicaban a los Titulares. Formaban, por orden de salida, los de cada Hermandad, cerrando cada tramo el Hermano Mayor, Cofrade o cargos importantes, portando bastones con el emblema iconográfico correspondiente. A partir de los años veinte del pasado siglo se incorporaron los “GRUPOS” de alumbrantes (nazarenos con “picorucho”) por orden de antigüedad, que, con intervalos, lanzaban vivas estentóreos a sus nominaciones, algunas pintorescas.

Recorrían determinadas calles dirigiéndose a los domicilios de los Hermanos Mayores, Cofrades o benefactores de cada cofradía. En la mayoría de las ocasiones, las familias esperaban a la puerta agasajando con un pequeño “convite”, continuando la marcha. El protocolo final, inmediato a la hora de salida, consistía en recoger a la “Iglesia” en la Parroquia (de la Purificación, entonces única), integrada por el Párroco o Coadjutor y algunos sacristanes y monaguillos, los cuales se incorporaban precedidos por la cruz parroquial de “manguilla” o aquellas otras, cilíndricas y voluminosas, hoy en los museos. El sacerdote iba revestido de “capa pluvial” con bonete, ornamentos litúrgicos pasionistas y portando un “breviario”, que leía durante la procesión, unido a los rezos, situándose tras el paso de la Cofradía principal.

Estos desfiles previos, – tristemente desaparecidos -, se iniciaban el Miércoles Santo, que aún mantenía el apelativo popular de procesión de los “cuellos sucios”. Solía darse un almuerzo a los “bastoneros”. Lo recordamos en los “Colegios de la calle Horno”. Abría la campanita del Señor de la Humildad – cofradía matriz- y de las tres Hermandades (Señor del Lavatorio, del Huerto y la Virgen de la Amargura). Destacaban los numerosos “grupos” del “Humilde” y el riguroso orden y elegancia de los nazarenos de la Virgen de la Amargura, hasta llegar al “Convento”.

El más esperado, – ya en ebullición las calles y por su carácter doble – era el de la tarde del Jueves Santo. El primero, que se iniciaba bastante temprano e integraba a los insignias y bastoneros de las Hermandades de Jesús Preso y la Esperanza (alguna vez salió en este día la Santa Cruz de “Margallo” y durante unos años, el actual Cristo del Calvario, advocado de las Aguas por venerarse en el baptisterio de la Parroquia). Y la Cofradía matriz del Señor de la COLUMNA. Tras recoger a la “Iglesia”, subía a la Veracruz.

Algo más tarde (para mayor lucimiento, dada su entidad y lo deslucido de la madrugada) realizaba su desfile la Cofradía de JESUS NAZARENO, encabezado por su histórica “campanita” de 1664, destacando el larguísimo cordón de sus bastoneros, así como la comitiva de “Lirios Morados”, que cerraba su Cofrade Mayor. También los de las Hermandades del Cristo de la Misericordia, San Juan y la muy numerosa – túnicas azules, cinturones granates y lazo negro de chalina al cuello – de la Virgen de los Dolores. Todo este cortejo visitaba los “Monumentos” expuestos en los Templos.

El último de estos desfiles – que, de alguna manera, reducido, persevera – tenía lugar al anochecer del Viernes Santo, una vez recogida la anterior, por la entonces Cofradía troncal del SANTO ENTIERRO. Este resultaba severo, ordenadísimo y multitudinario, resaltando los numerosos ·grupos” del Sepulcro y la Virgen de las Angustias, sumados a la Hermandad del Calvario (incorporada en 1954), y San Juan, cerrando no menos numeroso cortejo de grupos y hermanos de la Virgen de la Soledad.

Otra singularidad ritualista, ya también desaparecida, que alcanzamos a conocer tenía lugar en la cabecera de las procesiones, descrita con mucho detalle por MIGUEL ROMERO en su librito de 1911. Los cortejos los abría la campanita de la cofradía titular de cada día, ACOMPAÑADA POR LAS BANDERAS y una representación de los demás días. Estas banderas, conservadas, aunque de menor tamaño, son una pieza característica en nuestros guiones: Mástil alto rematado con cruz, que ahora se muestra recogida, pero antes aparecía desplegada, asida en sus puntas por hermanos bastoneros. Lo peculiar consistía en que ocupaban un lugar inverso al día de salida, rotando en los siguientes. Así el Miércoles Santo abría la del Santo Sepulcro (“… de raso negro con las cruces de Jerusalém”); siguiendo la de Jesús Nazareno “(… Rica bandera de raso tornasol morado”). A continuación, la del Señor de la Columna (“de raso morado con flecos de oro”), cerrando la última, por ser la titular del día la de la Humildad. Romero precisa que a principios de siglo era aún morada, al igual que sus túnicas. Sucesivamente se producía la rotación, cerrando la de cada día, lo que suponía una aportación “integradora” de toda la Semana Santa.

LOS BASTONEROS Y PORTADORES DE PASOS.

Quizás convenga sustanciar con algunas notas – documentales o de propia memoria – la naturaleza de aquellos hombres, asalariados, que llevaban los pasos; portaban los estandartes y banderas, incluidos los “campanilleros”. Mucho se ha hablado respecto a su condición y entidad en contraste con la época – iniciada a mediados de los ochenta de la pasada centuria – altruista de los hermanos jóvenes que crearon “cuadrillas”, en sus dos modalidades – desterrando, prácticamente, las ruedas y motores con los que se había mecanizado los pasos en la década de los sesenta, obligadas las Cofradías por su propia crisis o pérdida de efectivos humanos, por la emigración u otros aspectos sociales. Estos hombres – conducidos y agrupados por una “CRUCETA” mediante contrato verbal – en total anonimato, eran (dicho, sin ningún matiz peyorativo pues ocurría en todas partes) faeneros o jornaleros eventuales, la mayoría procedentes de trabajos agrícolas, que, en los días de Semana Santa – entonces solo eran tres – portaban los pasos obteniendo una “ayudita” para la precaria economía familiar y extensas proles. Eso no quitaba que, por su fidelidad de años o fervores devocionales, ostentaran con legítimo orgullo su entrega y piadosa herencia.

El título de “BASTONEROS” que se ha generalizado como autóctona manera de portar los pasos al hombro y con varales por fuera – frente a los “COSTALEROS” que lo portan por dentro y sobre la cerviz – se aplicaba casi exclusivamente a los que integraban una especie de “cuerpo especial, sin percibir remuneración o de “promesa”, en la Cofradía del Patrón Nazareno. Eran muy numerosos permitiendo relevos en el largo recorrido. Los primitivas “horquillas” se sustituyeron por “bastones”. (con el mástil de madera y un escudo de bronce con la imagen corpórea de Jesús) colaborando, vestidos del riguroso atuendo de la cofradía, a ordenar los largos tramos de cera acompañantes. Eran dirigidos un “jefe de bastoneros”, manteniendo reuniones y comidas en el cuartel de las “Cien Luces”. Fue notable la presencia de muchos procedentes de las huertas y emblemáticos sus continuos vivas y emotivas saetas que dedicaban al “Terrible”.

Es tema que, actualmente es incluso objeto de polémica, sobre la presunta singularidad o estilo propio en la forma de llevar los pasos hasta la aplicación de ruedas y motores, llamados afectivamente “carritos”. FOTO JUAN PERALES Por las causas antes apuntadas y las insalvables “cuestas” de los itinerarios, hasta el año 1985 parecía irrecuperable. Fue en ese el que, por la Hermandad de NUESTRA SEÑORA DE LAS ANGUSTIAS. (en la forma tradicional) y en la primera salida de la VIRGEN DEL AMOR (a costaleros), se recuperaría (se había reiniciado por la Santa Cruz, y mantenido por la Virgen de la Guía y San Juan), los pasos llevados por hermanos, ahora jóvenes y generosos.

Es evidente pues que, anteriormente, dada la heterogénea composición, sin tallaje de los hombres ni ensayos previos, en pro de la verdad y de lo que llegamos a conocer, que los pasos – salvo el del Nazareno por su majestad y algunas “mecidas” a los de las Vírgenes con palio – se conducían “al tirón” con superlativo esfuerzo. (Se puede comprobar en un temprano y curioso documental cinematográfico del Señor Ruiz Galvez de 1953, rescatando por la Corporación de “El Cirio”). El “cruceta” alentaba y vigilaba a su gente, con cariño y heredada condición, para que estuvieran atentos para cuando llamara el Hermano Mayor, que era el que tenía la potestad exclusiva de levantar y hacer andar el paso o retenerlo en lo que se llamaba un “parón”. Una curiosidad, que de niños nos llamaba poderosamente la atención común a todos los pasos, era que carecían de llamador sino un timbre eléctrico instalado en el varal central. Se decía “Hermanitos, vamos arriba”. Y el paso empezaba a caminar con cierta celeridad. El grito de “¡Otro pasito, hermanitos!” así como los “vivas” a las imágenes Titulares eran la fervorosa contraseña.

Desde las aceras se les exhortaba, con encendidos alientos: ¡”Vivan los hermanitos que lo llevan”! Era un acicate, trivial y afectivo, sumado al sentimiento devocional; junto a algunos efusivos “refrigerios” en las casas de los hermanos más “pudientes o significados”. ¡Benditos crucetas, hermanitos bastoneros y portadores que llevasteis a nuestros Cristos y Vírgenes en años difíciles, por un jornal y una oración! Dios os haya dado un “cachito” de Gloria.

LOS VIVAS Y LOS ENCIERROS.

Este carácter integrador y de sentido total en nuestras antiguas procesiones, quedaban, así plasmado en los desfiles previos y, simbólicamente en el doble ritual – esencia de tradiciones y de emociones sublimes – que tenían lugar en cada uno de los encierros con los inolvidables “VIVAS” Y “CAMBIOS DE CAMPANITA”, que conocimos un poco difuminados.

El del Miércoles Santo, ya en la madrugada del Jueves, que aún se resiste a desaparecer, era el de mayor ilusión. El ritual – muy plástico y evocador – consistía en que iban llegando los pasos (entonces más pequeños) volviéndose de cara al pueblo, entre vivas fervorosos y atronadores. “Todas las banderas y estandartes, con incesante vaivén, se inclinan en reverencia a las sagradas imágenes”[iv]. Cuando entraba el último paso en el templo, en medio de un silencio conmovedor, dejaba de sonar la campanita de ese día y entre apasionados vivas, empezaba a sonar la del día siguiente. Este momento tenía especial significación, por el propio marco. Así, tras el grito de “¡Viva el Señor de la Columna!”, banderas, estandartes y pueblo con vítores delirantes, se mezclaban con la “Chusma” y música de los Romanos arrastrados por sus pasodobles y bengalas. “… desfilando cuestas abajo con dirección a su cuartel el enorme gentío que aclama al Imperio”. Aún se conserva un retazo de lo que fue.

Cuando en la madrugada del Viernes Santo se procedía al encierro de la Cofradía de la Veracruz, se repetía igual ritual: “… se elevan brazos y sombreros que se agitan a la luz de las bengalas, con sus saetas y vivas”. Y sonaba la de Jesús Nazareno anunciando la Diana. Por la tarde, cuando entraba la Virgen de los Dolores, era el último rito “… tomando posesión la del Santo Sepulcro en primacía”. Cuando esta se recogía, ya era Sábado de Gloria.

Todas estas tradiciones y rituales se han ido perdiendo y corren el riesgo de ser pasto del olvido. Hemos intentado, exprimidas, retrotraerlas en gruesas pinceladas y dulces añoranzas.

Juan Ortega Chacón.


[i] “La Influencia histórico – artística del TERRIBLE “(1545-2003). Cofradía y Excma. Diputación Provincial de Córdoba- (Capítulo 1 – Pag 45).

[ii] Lo referencia D. JOSÉ SEGUNDO JIMÉNEZ en su obra “Antropología Cultural de Puente Genil I. La Cofradía de Jesús Nazareno (pág. 217). Colección ANZUR – 1986-

[iii] NARCISO DIAZ ESCOBAR – Escritor, polígrafo y poeta (1860-1935) – Cronista Oficial de Málaga. Algunos de los poemas aparecidos en “Industria y Comercio”.

[iv] Los entrecomillados que aquí aparecen proceden del Libro de Miguel Romero (1911) – Edición Original.

 

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